Yabor, el candombe del Río de la Plata tiene nombre y vive en Colonia

Yabor, el candombe del Río de la Plata tiene nombre y vive en Colonia

23/06/2023 23/06/2023

Cuando en 1974, recién llegado a Buenos Aires, la revista argentina ‘Pelo’ le preguntó cuáles eran sus planes, Yabor respondió: “Principalmente vivir, para, y de la música”. Y lo logró. Nunca perdió contacto con Uruguay y hace unos 20 años resolvió radicarse en Colonia del Sacramento, a medio camino entre Montevideo, donde vivían sus padres, y Buenos Aires donde viven sus hijas.

Luis Udaquiola

Miguel Ángel Nemer Serrón nació en 1950 en Pueblo Nuevo, un barrio de Montevideo que pertenecía a La Unión y luego formó parte de Villa Española. Fue a la escuela N.º 118 también llamada Ansina, en Algarrobo e Industria, y al liceo Dámaso Antonio Larrañaga. “Mi viejo era de familia libanesa, nació en Rosario (Colonia) y mi madre nació en Minas. Se conocieron en Montevideo en la fábrica Lostorto, una metalúrgica donde mi madre era operaria y mi padre trabajaba como mecánico matricero tornero”.

En su infancia y adolescencia practicó todo tipo de deportes, “pero me gustaba más el fútbol y llegué a jugar en los cuadros del barrio y a acercarme a la intermedia a través del Club Atlético Platense que estaba a la vuelta de mi casa”. La vocación artística surgió a partir de los cinco años, “cuando empecé a pedirle a mis padres para estudiar acordeón a piano, y se concretó con el profesor Juan José Hernández, en la calle Veracierto cerca de Camino Carrasco cuando tenía seis”.

Cada año rendía exámenes en el Conservatorio Schubert y al cabo de siete pudo recibirse de profesor de música y solfeo. Y en 1964 de acordeón a piano. “También estudié un poco de piano y un poco de bandoneón, porque mi profesor era bandoneonista”.

Desde dos años antes de recibirse también estudió guitarra “con un profesor de apellido Miranda que venía a domicilio. Estudiábamos junto con mi hermano Adolfo Walter, cuatro años menor que yo, con quien luego formamos un grupo junto a un par de vecinas y salimos a tocar en algunos lugares, incluso llegamos a tocar en canal 5”.

Empezó a vivir de la música a los 14 o 15 años, “a rebuscármelas con clases de música, tenía muchos alumnos; después tocaba en diferentes tipos de conjuntos: escolas de samba, música pop, folclóricos.

También tuvo que acudir a empleos extra musicales. “Trabajé en una metalúrgica como moldeador, al lado de un horno a 350 grados de calor y duré prácticamente dos años. Fue una época bastante convulsionada con paros, huelgas y ocupaciones. Más o menos me las ingeniaba para no depender de mis padres, o sea, yo era bastante independiente. Mi viejo decía: ‘ahí llegó el gitano, porque siempre andaba por ahí en la vuelta”.

Igual estos trabajos no eran impedimento para que saliera con su guitarra “a tocar al teatro El Galpón, el cine Novelty, el Stella D’Italia o los nuevos café concert que iban surgiendo: nunca dejé de hacer música como nunca dejé de dar clases y tampoco dejé de actuar”. Yabor recuerda que “andaba de boliche en boliche, en algunos momentos me cruzaba con Eduardo Mateo, en otros con Dino: estaban comenzando los conciertos de la vertiente joven del canto popular uruguayo”.

Con aquella banda tocaron en algunos lugares “con artistas muy conocidos como Los Olimareños y Alfredo Zitarrosa: un lugar fue La Sombrilla que estaba en el barrio Malvin, y otro De cojinillo. Y tuvimos incursiones en programas de televisión”. Después se disolvió y Yabor entró en ‘Los troperos del Alba’, un conjunto folclórico que ya tenía más de siete años y era bastante conocido en el medio artístico. Eran los más conocidos junto con ‘Los Carreteros’”.

“¿Qué dicen las letras?”, le preguntó la revista argentina Pelo en 1974. “Ante todo pienso que el cantor debe estar comprometido con su pueblo, contar lo que él ve en la forma más honesta posible. Yo trato de hacer poesía, porque es lo único que trasciende y perdura. Escribo sobre lo que siento, la lucha social, el amor, la guerra, la vida y la muerte. Todo eso tratando de ser útil y no caer en lo meramente panfletario”.

Con ‘Los troperos del Alba’ viajó a Chile, “donde cumplí 18 años cantando en el Teatro Caupolicán de Santiago, en la fiesta de los presidentes de Uruguay y Argentina. Hicimos una gira por Chile, fuimos a tocar en la escuela República Oriental del Uruguay, y volví con la idea de cantar como solista”. Simultáneamente “también integré un conjunto de música pop donde tocaba la guitarra eléctrica y empecé a componer y a cantar mi primeros temas”.

Ya en 1969 pasó a cantar como solista y adoptó su nombre artístico, Yabor, primero en un programa llamado Femivisión y después en Guitarreada con Anselmo Grau, ambos en Canal 5. Después en Discodromo Show de Rubén Castillo y La Nueva Gente con Elías Turuvich en Canal 4. También tocó en boliches como Teluria junto a Tabaré Etcheberry o Carlos Molina.

“Hasta los 20 o 21 años estuve buscando un estilo, una forma de tocar, y en uno de esos toques en un programa de televisión conocí a Dino. Actuamos juntos, le gustaron mis temas y me invitó a verlo en El Galpón. Entonces comenzamos una amistad y me recomendó a los organizadores de espectáculos. Yo estaba con la idea de despegar artísticamente como cantautor, y tocaba en conciertos o compartía eventos como El desenchufazo que se desarrolló en 1972 en el Teatro Stella D’ Italia, donde grabé mis primeros temas junto a artistas como ‘Días de Blues’, Ruben Rada, y Eduardo Mateo”.

En 1973 estaba compartiendo escenario con Montevideo Blues, “que me invitó a tocar en el Teatro Solís junto con ‘Los Moonlights’, pero se me dio la posibilidad de cruzar a la Argentina. Fue a través del conjunto ‘Arco Iris’, una banda de rock muy famosa que conocí en el Teatro Solís cuando presentaron la ópera rock Sudamérica. Me impresionó mucho la puesta en escena, la música, y cuando terminó me acerqué a saludarlos. Quedamos en contacto y un día me tiraron un cable para que viaje a Buenos Aires para grabar. Y así fue mi comienzo: llegué para grabar en los estudios Neto en el barrio Montserrat”.

El año 1973 coincidió con el golpe de Estado en Uruguay, “cuando ser joven y andar con una guitarra, pelo y barba larga era bastante incómodo, igual que actuar en los conciertos o transitar por la calle con la guitarra. Éramos vistos por un sector como indeseables, o por lo menos esa era la sensación de angustia e inquietud que teníamos los jóvenes en ese momento”.

En aquel momento Yabor no tuvo actuación política partidaria. “Si tuve alguna militancia fue la del arte, que para mí es una militancia cultural. Del punto de vista político siempre estuve del lado del pueblo, de la mayoría, tratando de ser abierto a todo público cuando tocaba. En ese período también fui delegado en una fábrica metalúrgica, y hubo huelgas y ocupaciones con las que estuve de acuerdo y otras con las que no, pero solo no podía contra toda una organización. Siempre me mantuve en mi posición de ser un artista independiente y, por así definirme, de centro izquierda o de izquierda moderada, siempre atento a los cambios y a defender nuestra música y nuestra cultura”.

Los primeros tiempos en Buenos Aires vivió en una pensión sobre la avenida Belgrano, “porque fue lo primero que me consiguió la productora”, que también le agenció un puesto en la fábrica de baterías musicales CAF donde permaneció un tiempo. “Luego pasé a otro donde debía colocar carteles luminosos a grandes alturas. No era mi oficio, pero había que trabajar y había que comer. En una de esas subidas y bajadas a las torres me topé con una que oscilaba y entré en pánico: me abracé a la torre y me ayudaron a bajar. Ese día renuncié”.

Yabor grabó una veintena de discos, primero con EMI Odeón Argentina y luego en Macondo, Sondor de Uruguay, y Mucha Madera de Argentina. Su disco Ecos de América grabado en 2014 contiene, entre otros, un homenaje a Juana de Ibarbourou y una canción -“Los ecos de los ecos”-, compuesta a partir de una prosa de Yolanda Schnyder dedicada al patrimonio intangible de Colonia del Sacramento.

Luego trabajó vendiendo café en un sector de Barrio Norte “entre Callao y Santa Fe para el lado de la Recolecta”. En ese momento “ya estaba grabando y comunicado con ‘Arco Iris’ y todo el rock argentino. En esa misma empresa también León Gieco grababa su primer disco. Nos hicimos amigos y como la productora nos llevaba en auto a los conciertos, lo vi actuar algunas veces. Mientras tanto yo iba tocando en algunos lugares: estuve en el Teatro Santa María junto a ‘Arco Iris’, y me presenté en algunos café concert, pero no fue fácil porque mi música no era conocida ni mi estilo encajaba mucho con el rock”.

La gente que lo contrataba “quería que me definiera y cuando les decía que hacía fusión de música afro y candombe me quedaban mirando, porque no entendían de qué se trataba. En ese momento no estaba en boga hacer música afro-rioplatense o hacer candombe, porque el candombe para ellos se había quedado en la historia, en la voz de Alberto Castillo, un artista que ha sido querido y venerado por el pueblo uruguayo y a quien conocí personalmente”.

Para sostenerse retomó las clases de música, al principio en la pieza de la pensión donde vivía, y también el armado de bandas juveniles emergentes junto al baterista de ‘Arco Iris’, Horacio Droopy Gianello: “Yo me encargaba de la parte armónica y melódica, o sea, los guitarristas y el bajo, y él se encargaba de la percusión”.

Entre tantos trabajos, Yabor también fue asistente de dirección teatral de grandes directores como Eduardo Pavlovsky. “Fue en la obra El señor Galíndez en el teatro Payró, una sala que ya no existe, y lo mismo con Ricardo Monti en la obra Los días de la comuna de Bertolt Brecht. También fui asistente del director de la sala, Jaime Kogan. Como asistente me encargaba de armar la escenografía, montar las luces y otras tareas”.

Incansable, estudió teatro con la directora Alejandra Boero, vinculándose a los escenógrafos Carlos Cytrynowski y Renata Schussheim, y artistas como Enrique Pinti, quien en 1975 lo orientó en su primera obra para niños que se llamó La polilla traviesa. “Él nos dio la idea y tiró pautas para armar esa obra que después montamos junto a mi compañera Inés Cytrynoswski que era actriz y flautista”.

Su primer simple para Casa Neto no trascendió, porque tenía dos temas y uno, Ver las cosas, fue censurado “porque venía Perón y el pueblo estaba feliz y esa canción no podía ser”. Sin embargo, en 1976 “fui milagrosamente contratado por la compañía internacional EMI Odeón Argentina, donde comencé a grabar mis discos y a ser reconocido artísticamente”.

En total el sello grabó seis vinilos y cassettes reeditados en la secuencia en Uruguay por su representante que era el Palacio de la Música. El sexto disco grabado para EMI finalmente fue publicado por Sondor con el nombre de Africanías, “que salió en cassette y como no tuvo mucha trascendencia, sería bueno que algún día Sondor lo reeditara en CD”.

El 03 de diciembre de 2019, en ocasión del Día nacional del Candombe, La Tribu de Rosa Luna organizó un homenaje a Yabor por sus 50 años de carrera ininterrumpida en el edificio anexo del Palacio Legislativo de Montevideo.

Tras 30 años de trayectoria artística en Argentina, Yabor considera a ese país como su patria adoptiva. “Los primeros años, mientras me acostumbraba al ritmo de Buenos Aires viviendo en distintos hoteles o pensiones, fueron muy intensos. Luego artistas como Litto Nebbia me invitaron a tocar con ellos y así fui conociendo y conectando con distintos músicos. Y empecé a moverme en los medios de difusión: aparecieron mis primeras presentaciones en Canal 7 en el programa de Leo Rivas que difundía el rock argentino, y también Juan Alberto Badía que difundía a los músicos nacionales”.

Fue un tiempo intenso: “me levantaba y trabajaba todo el día, no paraba, o sea que gasté bastante los zapatos visitando agencias de producción, representantes, productores. Yo tenía 24 o 25 años y tenía toda la polenta y ganas de salir adelante. Después en mi vida privada andaba bastante solitario. Y extrañaba mucho Montevideo, pero bueno, se fueron haciendo amistades como para no estar tan solo sobre todo los fines de semana”.

Por supuesto “cuando llegaba el verano extrañaba las playas de Montevideo, porque en la costa argentina las aguas estaban contaminadas. Por entonces lo que era el puerto de Buenos Aires estaba cerrado con una valla que vedaba la costa al público. Hay que recordar que se venía el proceso militar en Argentina, el golpe de 1976”.

Durante los años que vivió en Buenos Aires, Yabor nunca perdió contacto con Uruguay, “viajaba con frecuencia a visitar a mi familia y por actuaciones y casi siempre lo hacía por Colonia. En 2003 vine a Colonia del Sacramento durante varios sábados para una serie de presentaciones, y ahí me fui aquerenciando: pensé seriamente en dejar el agite de Buenos Aires y aproveché para irme instalando de a poco, hasta que en 2004 me quedé definitivamente”.

Aunque siempre mantuvo su lugar en Buenos Aires y su lugar en Montevideo, “me enamoré de Colonia por varias cuestiones: el cariño de la gente, el afecto de los amigos, y las posibilidades artísticas de Uruguay”. Otra razón fundamental fue que “mis padres ya estaban ancianos y yo quería estar en un lugar cercano para visitarlos y poder asistirlos, algo que pude hacer hasta hace cinco o seis años”.

En Colonia, Yabor vive con su mujer desde hace casi 20 años, Lucila Dotti, maestra escolar y periodista que actualmente es profesora de canto, cantautora, guitarrista, con quien ha compartido clases, eventos y espectáculos. En Buenos Aires viven sus dos hijas: Constancia Berenice y Miranda Lucía.

A contrapelo de los infartos que sufrió en julio de 2020 y enero de 2022 y motivaron la implantación de cuatro stent, Yabor está modelando un nuevo album, “tengo mucho material acumulado”, y repasando las giras pendientes: “Chile, Perú, Ecuador, Colombia, México, España, y una por todo Uruguay, una deuda pendiente, un sueño que quisiera cumplir lo antes posible”.