
50 años del golpe de Estado. Recuerdos de la huelga general en Juan Lacaze
21/06/2023El 27 de junio de 1973 la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) resolvió poner en práctica la resolución de 1964 contra un eventual golpe de Estado: una huelga general. El ex militante textil de Juan Lacaze, Rober Bentancor, tenía 19 años y recuerda “como si fuera una fotografía, a Miguel Cavia, que ahora vive en Buenos Aires, caminando de madrugada por las secciones y anunciando con voz potente: ‘¡Golpe de Estado, huelga general!’”. (Foto: Sitios de la Memoria. Intervención sobre imagen de Aurelio González).
Luis Udaquiola
La huelga fue acatada por miles de trabajadores y contó con el apoyo de partidos políticos, la Universidad de la República y los gremios universitarios, y se extendió hasta el 11 de julio, momento en que la CNT decidió levantarla y continuar la lucha contra la dictadura por otros medios. La movilización fue más expresiva en Montevideo, donde el 6 de julio asesinaron al estudiante y docente coloniense, Ramón Peré, y el día 9 hubo una marcha por 18 de Julio reprimida con saña por las fuerzas conjuntas.
En un “Informe al Encuentro Nacional de Comités de Base” de 1972 citado por Hugo Cores en su libro “Reflexiones sobre el movimiento obrero y la crisis política uruguaya 1968-1973” se confirma que “si hay golpe de Estado, hay huelga general con ocupación de los lugares de trabajo”.
Según el documento, “nadie ignora que en nuestro país existen fuerzas que se mueven en esa dirección. Nunca hemos estado más cerca del golpe de Estado que en el mes de abril, abril ha pasado, pero el peligro no […] De producirse el golpe, las formas del mismo pueden ser distintas, desde el gobierno estilo Brasil hasta el golpe a la uruguaya con sus particularidades, pero la respuesta originalmente debe ser la misma: ocupación de los lugares de trabajo y movilización general bajo nuestra conducción, examinando todos los acontecimientos para influir en ello“. Del 27 de junio al 4 de julio de 1973 la huelga fue casi total.
Después del pregón de Cavia, los empleados de la sección Tintorería de la textil lacazina resolvieron completar el proceso antes de parar, para que no se echara a perder la materia prima. “Si no recuerdo mal, terminamos el turno cerca de las seis de la mañana”, dijo Bentancor.
Lo que él no sabía es que la Agremiación Obrera Textil (AOT) había organizado, en caso de una huelga general, el reemplazo de sus principales dirigentes por una comisión alterna. El entonces presidente de la AOT, Mario Gandaria, había viajado a Montevideo para acceder a información actualizada y de primera mano. Cuando la policía empezó a buscar a los otros, se escondieron en distintos lugares.
Bentancor militaba en el gremio textil y pocos días después de iniciada la huelga “me mandaron a buscar”. Estaban reunidos en el sótano, “y me dijeron que había que recoger a cinco dirigentes escondidos en un campo en Cosmopolita y ubicarlos en un lugar seguro”. Entre los dirigentes estaban Néstor Curbelo, que era secretario general de la AOT, Ademar Quiroga y Ruben Gonnet.

“El único lugar donde se me ocurrió alojarlos fue en la casa de mi madre, en la Isla Mala, donde yo dormía en un sofá-cama. Mi madre estuvo de acuerdo, me dio la llave y se mudó a la casa de mi abuela. Me habían entregado un planito con la ubicación para encontrarlos, pero surgió otra dificultad: cómo transportarlos”.
Habló con el ginecólogo de la Sociedad Mutualista Obrera (SMO), José Luis González, que inmediatamente le ofreció la llave de su Fiat 145, pero Bentancor no sabía manejar y debieron pedir ayuda a Otilio Taramburelli que era el chofer de la ambulancia. Cerca de medianoche encontraron a los dirigentes caminando entre Cosmopolita y Juan Lacaze y los subieron al auto. “Éramos siete adentro del 145”, recordó.
Aunque no informó el lugar dónde estaban, Bentancor transmitió a la comisión de la AOT su preocupación por el riesgo de que los cinco dirigentes estuvieran juntos en un mismo lugar. En cuestión de horas solo permaneció Néstor Curbelo, y por poco tiempo ya que fue trasladado a una vivienda de Villa Pancha. “Alguien prestó una Vespa y ambos nos fuimos, Curbelo vestido de mujer con ropas de mi madre”.
El boletín nacional Nº 1 de los huelguistas era un ejemplo de firmeza y de directivas claras para enfrentar los desalojos: “ni desistir ni abrirles las puertas, continuar la huelga, unirse a otra fábrica ocupada de la zona, reorganizarse y ocupar de nuevo en cuanto se pueda”. El 30 de junio el Gobierno decretó la disolución de la CNT y ordenó el arresto de 52 dirigentes, tras lo cual se desató una ofensiva de desalojos.
Al mismo tiempo, la llegada de los patrones al servicio de transporte de pasajeros, y de los militares a la planta de distribución de combustibles de ANCAP, anunciaron el comienzo del fin de la huelga.
En Juan Lacaze, el secretario general textil utilizó la vestimenta femenina un par de veces más para trasladarse a la sede de la AOT, donde participó en asambleas que evaluaban el curso del enfrentamiento. “Saltábamos el paredón que había entre la SMO y el gremio y entrábamos por allí”. Bentancor recordó que algunos trabajadores “dieron manija en la asamblea para que la gente no firmara (para reingresar), y luego fueron y firmaron”.
Los trabajadores se seguían juntando de tarde en la sede, para ver qué pasaba, pero en la última asamblea Curbelo no compareció. “Conseguimos un grabador donde registró lo que quería transmitir antes de que lo cruzaran a Buenos Aires, y alguien se encargó de llevar la cinta. La grabación daba cuenta del levantamiento de la huelga, que dicho sea de paso, nos enteramos por la radio. Fue la última vez, porque después allanaron y cerraron la AOT”.

El 9 de julio una gran manifestación pública de protesta en el centro de Montevideo fue calificada de “asonada” por las fuerzas armadas que la reprimieron con un violento operativo militar. Finalmente el miércoles 11 la Mesa Representativa de la CNT levantó la huelga sin condiciones.
Una semana más tarde la dictadura se ensañó con el último foco visible de resistencia en el interior del país –más grave aun para sus intereses-, mandando despedir a un grupo de trabajadores de Juan Lacaze que aun perseveraba en una lucha desigual por la democracia.
El martes 17 de julio, en medio de un temporal de lluvia y viento, el jefe de la planta textil de Juan Lacaze, Héctor Bagna, recibió un telegrama de Montevideo informando que por decisión del directorio debían cesarse hasta 55 personas. En esa época el gerente de la empresa, Nicolás Pisú, vivía en Nueva Helvecia. “Cuando llegué a la fábrica me encontré con un cartel en el portón anunciando los despidos. Despidió a 53, pero yo lo despedí a él”, contó a LA VOZ DE LA ARENA en octubre de 2001.
Mezclando en su memoria estos despidos con otros que se produjeron a fines de ese mismo año, Pisú continuó: “Le pedí que me trajera la lista y me acuerdo como si fuera ahora: empezó con Soto, el tornero. ¿Por qué Soto? ‘Porque es comunista’. Bagna: ¿es estúpido? Ojalá tuviera 2000 comunistas como Soto. Siguió con Otegui, un excelente operario, también porque era comunista. Entonces agarré el teléfono: ‘Gross, ahora va a salir el señor Bagna y no puede entrar a la oficina. Está despedido’. Pisú respondió en aquel reportaje que -en el lugar de Bagna-, “si hubiese visto el telegrama se lo devuelvo a Cardozo y le digo: ‘Yo no echo a nadie si no tengo la plata’”.
Los 53 trabajadores fueron destituidos por “notoria mala conducta”. Desde el retorno democrático en 1985 el grupo exploró –sin éxito-, distintas alternativas para cobrar sus créditos laborales. El 18 de julio de 2009 el sindicato de la textil Agolan los homenajeó inaugurando una placa recordatoria a la entrada del edificio. Del grupo original sobreviven unos 15.
Después que la AOT dejó de ser un punto de encuentro, “la gente pasó a intercambiar información en los partidos de baby fútbol”, recordó Bentancor. A fines de julio las trabajadoras textiles Marta Pacheco, Sofía Franchetti y Eva Bentancor le pidieron que intermediara con el párroco Pedro Silva para que oficiara una misa por el dirigente textil Adrián Montañez, que había muerto recientemente en un accidente en Montevideo. “Fuimos juntos con Roberto Díaz, y si bien el cura nos expresó su preocupación por los potenciales riesgos, finalmente accedió”. La misa tuvo lugar el 1.o de agosto y a su término la concurrencia fue reprimida con gases lacrimógenos.
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Me encantó ..impresionante la nota
Gracias, Mirta.