
Gustavo Fripp, servidor de dos orillas, en la Feria del Libro de Buenos Aires
04/05/2023El coloniense Gustavo Fripp Rojas presenta este viernes en la Feria del Libro de Buenos Aires la segunda edición de su libro ‘¿Qué es boniato, maestro? Pequeño diccionario ilustrado de uruguayismos para porteños’. El sábado, en un encuentro de colaboradores de La Voz de la Arena, adelantó entre risas que para evitar el estrés que sufrió en 2019 durante la presentación en Montevideo, solo beberá una vez que haya finalizado la ceremonia.
Luis Udaquiola
No es la primera vez que Fripp cruza el Río de la Plata. A fines de los años de 1970 cuando era tan niño que no guarda memoria, sus padres se radicaron en Buenos Aires y probablemente allí se separaron. Fue “una infancia a los saltos”, define, porque transcurrió entre Colonia del Sacramento donde nació, Buenos Aires y Florencio Sánchez, donde vivían unas tías de su madre. “Mi viejo era bastante bohemio y cuando podía, trataba de dedicarse exclusivamente a la pintura”. Si bien “no tenía ningún problema en pasar hambre”, reconoce que él y su hermana Natalia tuvieron “una infancia pobre, pero digna. Alguna cosa había, clases de dibujo, de pintura, pero no me acuerdo”.
El pintor Gustavo Fripp Cal falleció en 2008 a los 53 años y su hijo exhibe con orgullo algunos de sus cuadros. “Fue un padre bastante ausente”, reflexiona. “Creo que me amigué más después de muerto, cuando valoré más su obra. En otro momento no lo entendí; si bien lo quería mucho, lo extrañaba obviamente, no estuvo en los momentos fundamentales”.
Cuando tenía nueve o diez años “una de las cosas que más me gustaba hacer eran revistas o periódicos: las hacía para mí solo, incluso un álbum de figuritas, dibujando las propias figuritas. En aquella época, por más pobre que fueras, el diario del pueblo entraba dos veces por semana, El País de los domingos, la Charoná y alguna otra. Mi tía tenía un galpón lleno de revistas Billiken, El Gráfico y yo me pasaba horas metido allí. También hacía las cosas que hacen los gurises: guerrillas con ‘oreja de negro’, trepar árboles, jugar al fútbol, pero a lo otro le dedicaba la mayor cantidad de horas que podía”.
Su madre es “una mina muy laburante y metedora. Quedó sola con dos gurises siendo muy joven, y sufrió mucho la separación cuando tuvo que venirse a Montevideo para conseguir un laburo. Nos visitaba siempre que podía y no descansó en su afán de traernos a vivir juntos, aunque eso nunca se concretó, porque cuando me pudo traer a mí nos fuimos a vivir a una pensión en la calle Paysandú, y cuando pudo traer a mi hermana, yo me había ido a vivir solo”.
En los primeros años de 1990 Fripp completó el liceo y decidió conseguir un trabajo. “En aquella época pedían una persona o dos para soldador por ejemplo, y había cuatro cuadras de gente haciendo cola, incluso para competir con trabajadores que tenían 40 años y 20 de oficio. Yo inventaba que había trabajado en una fábrica en Buenos Aires, que era esto y aquello, y así conseguí de soldador en James, donde aprendí a soldar”.
Unos días antes de esta entrevista falleció su amigo Rafael, a quien conoció en aquellos años “cuando no había plata para el ómnibus o la gastábamos en grapa”, y caminaban juntos hasta el Cerro los lunes a primera hora en busca de trabajo. Antes se conocieron “en la calle, resistiendo al atropello policial que era cotidiano: vos salías a comprar un pan a la esquina y terminabas en la comisaría, y si eras menor te tenía que ir a buscar tu madre, algo que le pasó a toda la juventud en aquel momento. Ni hablar si te encontraban con una punta de porro: te daban una paliza extra”.
En ese período “los jóvenes se estaban reorganizando: la caída de la Unión Soviética y la ruptura del Partido Comunista uruguayo habían debilitado las organizaciones estudiantiles, no había nada, y los jóvenes comenzaron a aglutinarse en torno a lo musical, y a recrear los primeros gremios que eran completamente distintos a los de antes. Nacieron los festivales musicales contra la represión”.

En 1994, con 18 años, participó en la manifestación del hospital Filtro que culminó con un manifestante muerto y un centenar de heridos. Al año siguiente editó el fanzine La Gaceta Callejera y se incorporó al consejo editor del periódico Barrikada.
Nunca tuvo problemas para escribir ni para dibujar. “Garabateo, hago algunos muñequitos con cierta facilidad, calculo que debe ser algo hereditario. Si bien me gusta y he hecho algunas historietas, algunas boludeces chicas, algunas viñetas, han sido más bien para acompañar alguna nota en revistas satíricas que he publicado”. Por ejemplo Oligarca puto! de cuya crítica no se salvó ninguna figura política.
Por 2012 Fripp comenzó a viajar a Colonia los fines de semana, y “me fui quedando” hasta que en 2014 resolvió instalar el restaurante Qué lo parió Mendieta en la zona histórica. “Fue un accidente”, evalúa, “yo ya había estado trabajando allí con otro loco, que tenía un restaurancito, pero se embarcó porque era marino y me dejó a cargo”. Hizo un par de intentos, “me sentí presionado por los manijazos de otra persona que quería estar al frente y desistí. Igual se fundieron inmediatamente y el local quedó vacío”.
Entonces “alguien me propuso alquilarlo, y un tío me consiguió una garantía trucha (risas). Firmé el contrato, fui y abrí la puerta y no sabía qué hacer, porque el local estaba con humedad, bastante venido a menos y yo no tenía plata”. Mientras resolvía lo que haría “me llamó por teléfono un amigo francés, Pierre, que vivía en Neptunia para contarme que le habían presentado a un chileno, Antonio, que era igualito a él pero flaco, y que estaban bebiendo pisco. Y me lo pasó, porque ‘dice que va para Colonia’”.
Finalmente vino “y me ayudó a abrir el boliche. ¡Viste esa gente que se da maña para todo! Empezamos a juntar cosas de la volqueta, otras que estaban en el boliche, conseguimos unas mesas prestadas, un chivetero, uno me dio unas ollas usadas, una especie de rejunte de cosas”. La mayoría de los proveedores “no nos daba fiado porque creían que no durábamos dos meses, y el día que abrimos no teníamos ni para dar el vuelto. Sin embargo, ese día terminamos con cinco o seis mil pesos en el bolsillo, y ahí arrancamos”. Un día llamaron al chileno “para decir que el padre tenía leucemia y me dijo: ‘Mira, huevón, me voy porque quiero ver a mi padre antes que se muera’, y se fue. Apareció de la nada, me dio una gran mano y ahora vive en Francia con su novia”.
La temporada de 2018 “fue mala: ya estaba (Mauricio) Macri y el peso argentino se estaba viniendo a pique”, y resolvió cerrar. Antes, incentivada por turistas argentinos que hacían preguntas sobre términos desconocidos o de distinto uso en cada país, su amiga Ana Paula que es oriunda de Buenos Aires le sugirió “hacer un libro chiquito para mostrar las diferencias: boniato, caldera, lampazo. Me pareció una buena idea y me senté a escribir, y claro, no paré más, porque seguí encontrando cosas, me colgué y dije: voy a hacer algo más grande”.
“Este es un diccionario bastante atípico”, define Alter Ediciones, en el que su autor “nos propone reencontrarnos con un estilo de humor irreverente, común en ambas orillas”. Este viernes Fripp estará acompañado por el argentino Gustavo Sala, humorista gráfico, conductor de radio, comediante, músico y bailarín que ha publicado historietas y dibujos en Página/12 y las revistas Fierro, Rolling Stone, Orsai, Barcelona, Mongolia (España), Los Inrockuptibles, Lento (Uruguay), entre otros medios. También publicó más de 15 libros, entre ellos Casi uruguayo, donde muestra a la cultura uruguaya desde un punto de vista que mezcla admiración con humor.
A los 47 años, convertido en cocinero y escritor, Fripp vive actualmente en Montevideo donde divide su tiempo entre la restauración y el reciclaje de muebles, y la atención del boliche que inauguró en 2019 en Tristán Narvaja y Paysandú, Qué lo parió, Mendieta, jaqueado por la burocracia y la presión tributaria. Además de su hermana Natalia, tiene uno en La Plata por parte de padre, y otro en Montevideo por parte de madre. Y dos hijos: Emiliano de 25 años en Buenos Aires, y Martina de 20 en Montevideo.