
Ceramistas. Hoy es el día de quienes juntan manos, arcilla y corazón
28/05/2023En el marco del Día del Ceramista que se conmemora este domingo 28, reunimos a seis ceramistas que trabajan en Colonia para felicitarlos y preguntarles qué técnicas utilizan para producir y para vender, cómo son las arcillas colonienses, y si están conformes con el apoyo que reciben.
Luis Udaquiola
La cerámica surgió durante la revolución neolítica impulsada por la necesidad de contar con recipientes para almacenar las cosechas. Inicialmente se modelaba a mano, utilizando técnicas como el pellizco, el colombín o la placa, dejándose luego la pieza al sol en los países cálidos, o cerca de los fuegos tribales en las zonas frías. Más adelante comenzó a decorarse, inicialmente con motivos geométricos mediante incisiones en la pasta seca, dando lugar a un nuevo oficio: el de alfarero.
Solo en la zona Este del departamento de Colonia encontramos seis ceramistas, tres mujeres y tres hombres, trabajando en lo que les gusta. La mayoría, además son docentes. José Alzaga nació en mayo de 1969 y vive en Colonia Valdense. Si bien trabaja en cerámica vidriada o engobe, mezcla de barro con agua utilizada desde la época de los romanos, usa todas las técnicas que conoce. “Más allá de que el fuerte mío sería el azul y el blanco por la ciudad de Colonia, explica, me gusta experimentar y estar todo el tiempo buscando cosas nuevas”. A pedido de la gente que lo conoce también da clases.
En Juan Lacaze, Laura Romero también trabaja con engobe. “Se trata de una técnica de decoración antigua en la que las piezas, en estado crudo, se pintan con óxidos metálicos de diferentes colores y la pintura se bruñe (lustra) con una herramienta dura como cairel de vidrio o cuchara de té. Recién después se hornea en horno eléctrico a unos 800°”.

Romero, que nació en abril de 1965, explicó que esta técnica fue “utilizada por los indígenas, y ha sido modernizada con nuevas variedades de pigmentos y la horneada eléctrica que mantiene intactos los colores”. Además de dictar talleres de modelado y cerámica para niños en el municipio de Juan Lacaze, trabaja como tallerista de cerámica y otras manualidades en el Centro de Ayuda al Discapacitado (CADIS), el Centro de Día para adultos mayores y el hogar para ancianos Árbol de la Vida.
El salteño Alejandro Ernst nació en abril de 1968 y desde hace unos años vive en villa La Paz, Colonia Piamontesa. Allí produce piezas, y fabrica vidriados y pastas para colegas. También dicta “clases de torno de alfarero en mi taller, en Montevideo y en Punta del Este”.
Desde hace unos años el lacazino Alejandro Fernández y la montevideana Mercedita Arballo ampliaron sus intereses y, además de compartir la vida como lo hacen desde hace 40 años, pasaron a dividir el taller, el torno y el horno. Fernández nació en marzo de 1952 y hasta jubilarse trabajó como carpintero de interiores. Arballo nació en marzo de 1951 y antes trabajó como maestra de educación especial. Ahora ambos viven en la zona rural de Colonia Valdense.

Fernández disfruta de buscar arcillas: “En ríos, arroyos, en las excavaciones que se realizan en las obras”. En el taller desarrolla “todo el proceso: secado, molienda, lavado de las arcillas para formular la pasta según el destino”. Generalmente utiliza las técnicas por plancha o modelado, o vaciado. “De allí en más, se podrá trabajar por engobes y/o esmalte, al igual que el ahumado. La cocción, puedo hacerla en horno a leña o en horno eléctrico”. En los últimos tiempos se ha sentido atraído por “la experimentación: las infinitas posibilidades que brindan las arcillas con otros minerales son un mundo a descubrir”, alienta.
“Nos encanta salir por los caminos y si encontramos algo que nos llama la atención, probamos la plasticidad de esa tierra haciendo cuenquitos o chorizitos”, completa Arballo. “Y si nos gusta juntamos un poco y luego en el taller la lavamos, la cernimos, hasta el fin del proceso. Hacemos algunas pruebas -teselas, cuencos u otras-, las llevamos al horno y de esa manera probamos la resistencia de la arcilla. Por ahora la comercialización no es nuestro propósito, nos gusta más el hecho de experimentar para encontrar la mejor pasta y el mejor esmalte. Todo esto es infinito y mágico”.
Arballo recordó que “en algunas de las escuelas donde trabajó había talleres de cerámica. Es muy interesante ver los logros que se obtienen no solo por el producto final sino por el proceso que les ayuda. El alumno se expresa, se concentra, hace algo con sus manos que es elogiado. Usan colores muy vivos que dan mucha vida a las piezas que realizan. Quedan hermosas”.

La argentina Ana Durán nació en 1962 y vive con su marido uruguayo en el balneario Santa Ana desde 2019. “Vivir en este lugar pequeño con bosque y playa es un sueño cumplido”. Antes de jubilarse trabajó como periodista especializada en artes escénicas y coordinadora de un programa del Ministerio de Educación que lleva a jóvenes de escuelas públicas a ver teatro y danza independientes en Buenos Aires.
Recién llegada, no demoró en decidir que “la cerámica con técnicas precolombinas era lo que más se resignificaba con este lugar, estos tiempos tranquilos y esta naturaleza exuberante. También me interesa porque me permite formar parte de un eslabón en una cadena de ceramistas que ven su trabajo como una conexión con los ancestros y con lo divino. Y con la tierra que habitamos. Tengo horno a leña hecho por nosotros, horno a gas y eléctrico. Pero sigo estudiando cerámica convencional con Alejandro Ernst, en La Paz, porque necesito seguir formándome en torno”.
¿Y cómo son las arcillas colonienses? Durán utiliza las arcillas “de Yaro y las mezclo con arcillas de La Paz, que le dan un tono cobrizo muy atractivo. Todavía no he probado otras”. Romero las compra “a proveedores de Montevideo que la extraen en Durazno y son de muy buena calidad”. También las mezcla “con arcillas de la zona que recolecto en algunas playas, arroyos o canteras, cuya calidad ya he testeado: si bien son lindas hay que prepararlas muy bien para eliminar la arena. La que utilizo es de Sarandí del Yí, es muy superior y pienso que allí se encuentran las mejores del país”.

Ernst opinó que “las arcillas locales son similares al resto de Uruguay, no son mejores ni peores; quizás se caracterizan por una excesiva plasticidad, que se regula fácilmente con el uso de anti plásticos”. Ya Fernández aseguró que “buscando, se encuentra muy buena arcilla en el departamento”. En su caso utiliza “básicamente de Santa Regina, la de los barrancos junto al Río de la Plata, y la combino con otras”.
Según los técnicos, “las mejores arcillas del Uruguay están en Blanquillo y en Sarandí del Yí, porque tienen un alto contenido de alúmina, principalísimo componente”, informó Fernández. Arballo admitió que “hay que aprender a mezclar de acuerdo a lo que uno quiera hacer. Por ejemplo: si son ollas para fuego directo es de una forma, si querés trabajar en el torno, si querés para utilitarios debes tener pastas que aguanten una temperatura medio alta, si son esculturas, si son murales, en fin”.
¿Vocación o casualidad? “Lo mío es totalmente vocacional”, respondió Alzaga, que vende sus piezas en el taller, en grupos de artesanos de Nueva Helvecia y de Colonia Valdense y en comercios que compran la mercadería para reventa. Romero reconoce la influencia de su padre, el artista plástico lacazino Armando Romero, “incluso en la temática indígena y en la investigación de la alfarería de nuestros antepasados”. Sus piezas se comercializan en algunos locales en el barrio histórico de Colonia del Sacramento, y en la Feria Artesanal del Paseo La Pasiva en la rambla de Piriápolis.

En el caso de Ernst se trata de una actividad vocacional, “tengo 55 años y hace 39 que hago cerámica”, justifica, y en el caso de Fernández, “una inquietud postergada que en los últimos años he podido desarrollar”. Para su esposa no fue vocación ni casualidad: “al principio fue para acompañar, porque mi compañero tiene mucha manualidad, se había metido en esto ya hacía dos años y estaba encantado. A partir de eso me fui acercando y quería probar. A mí me interesaba trabajar en el torno, pero como en el taller no enseñaban aproveché la pandemia para aprender a usarlo observando videos y tutoriales en YouTube: era ensayo y error, y así fui probando y probando. Hace poco apareció un docente en Villa La Paz y para afirmar lo aprendido fui a dos clases”.
Ninguno de los ceramistas entrevistados es de estresarse. “La verdad es que no tengo que vivir de la cerámica”, explicó Durán. “Por eso me permito experimentar, practicar, perfeccionar lo que hago y vender sólo aquello que me quedó bien. Todo el tiempo hago cursos con ceramistas de Colombia, Chile, Ecuador y Argentina. Todos con impronta precolombina. Ese es el lado positivo de la virtualidad”.
Tampoco participa en ferias ni cuenta con local de ventas, “pero acá siempre tengo pedidos de bachas, ollas de barro de fuego directo, sahumadores o cuencos. También de macetas para el vivero Organika. En la temporada alta los turistas se enteran por los carteles de la entrada o por recomendación y vienen a comprar al taller”.

En general Alzaga está conforme con el apoyo oficial que recibe, aunque cree que “siempre se podría hacer un poco más”. Romero está muy reconocida al Municipio de Juan Lacaze porque allí encontró un espacio para sus talleres luego de que perdiera el que utilizaba en la Biblioteca Rodó.
“Destaco el apoyo y la buena disposición de las autoridades y de los funcionarios”, dijo. Respecto al gobierno departamental, “no conozco ningún tipo de apoyo a la actividad ni lo recibo. En general, las exposiciones en las que he participado o me han invitado, son organizadas por colectivos particulares o bien por el gobierno central a través de la Dirección de Artesanía del MIEM”.
Aunque aseguró que no necesita apoyo de “ninguna entidad pública”, Ernst destacó el trabajo del Municipio de Nueva Helvecia: “me han facilitado de forma muy generosa poder promocionar mis productos a través de la feria ‘Tu casa, mi casa’, así como difundir este oficio que tiende a desaparecer”. En cambio, cuando propuso a los municipios de La Paz y de Colonia Valdense, “promocionar este oficio haciendo exhibiciones de torno gratuitas en eventos públicos, realmente no han mostrado ningún tipo de interés”.
Fernández dijo que hasta donde sabe “el apoyo por parte del Estado es casi nulo, inexistente”, y que “la dirección de Cultura debería implicarse más en ésta área de la cerámica y estudiar sus potencialidades”.