“Yo también conocí a Wilson, y lo feliz que me siento”

“Yo también conocí a Wilson, y lo feliz que me siento”

13/04/2023 13/04/2023

Quienes siguen al neohelvético Carlos ‘Chorly’ Fernández en la vida y en las redes sociales, saben que no solo no olvida a los personajes y vecinos que dejaron huellas en la región, sino que también les agradece. Hoy sin embargo, su recuerdo es sobre un perro callejero.

Carlos Chorly Fernández

Un perro de la calle… Querido amigo: ¡Cuántas injusticias habían cometido contigo! precisamente contigo, que sos el paradigma de lo que es bueno, por todas esas virtudes, esos valores humanos de los cuales nosotros carecemos o hemos olvidado y que vos, querido hermano animal posees sin alarde alguno: fidelidad, nobleza, afecto permanente y desinteresado, amistad incondicional, y una lealtad sin especulaciones que difícilmente algún hombre pueda exhibir.

Y estuviste en la calle… ¿Por qué? ¿Por quién? Seguramente por razones “humanas”, que tienen que ver con la ingratitud, la indiferencia, y otras desgracias que te son tan ajenas. Cuando te veía pasar, caminando aparentemente sin rumbo, buscando vaya a saber qué ilusión perdida, qué afecto traicionado, me conmovía y si rechazabas mi intento de acariciarte, lo entendía muy bien…

Pero un día este perro callejero encontró la mano solidaria y la amistad de la familia Stutz, encontró su ansiado hogar, la caricia de Germán y Federico, de toda la población que lo adoptó como propio.

Perro futbolero, sentía el pitazo del juez y estaba corriendo al costado de la cancha con una pelota o una botella en la boca….terminaba el partido y regresaba a su casa. En los últimos días de su vejez iba igual. Muchas veces era rescatado de la cuneta ya que sus fuerzas y sus caderas no le daban más, pero a la cancha y a su gente no los defraudaba.

Era de color amarillo y se llamaba Wilson porque un amigo también desaparecido, Pichi Moreira, así lo bautizó cuando Wilson Ferreira Aldunate regresó al Uruguay en 1984.

A cada uno de ustedes quisiera decirles: la felicidad que tengo de haberlo conocido, ni la psicología, ni los libros de autoayuda, ni los psicofármacos, ni las diversiones estruendosas, van a dar lo que a mí me sobra: el afecto puro, sincero, permanente a un animal como este querido perro. Hoy traigo este recuerdo: yo también conocí a Wilson y lo feliz que me siento.