
Charrúa. Una de las comisiones barriales más antiguas de Colonia cambia de sede
15/03/2023La comisión de fomento del barrio Charrúa de Juan Lacaze, una de las más longevas del departamento de Colonia, mudará su sede en breve para ganar espacio y comodidad para los socios. Actualmente son cerca de 200, pero “queremos llegar a 500 unificando la cuota social en $ 100”, anunció su presidente, Gustavo Baridón, quien reside en el barrio desde que nació en 1957.
Luis Udaquiola
Orientada a la actividad social y deportiva, la comisión del barrio Charrúa nació hace 60 años al influjo del campeonato de fútbol de los barrios. Luego encontró otros intereses y derroteros y se ha mantenido activa a pesar de la crisis de participación y de la reciente pandemia. Entre los fundadores se recuerda a Indalecio Baridón, padre del actual presidente, que gerenció la provisión El Indio Blanco entre las décadas de 1960 y 1970, y Pilili (Ruben Darío) Alvariño.
En el barrio Charrúa todas las calles tienen nombres de indios y de indias. En los últimos años, coincidentemente con una baja en la actividad, algunos asociados sugirieron ampliar la sede -un contenedor en un terreno de la calle Abayubá casi la playa, donado por el club de pesca y de bochas “Dr. José María Luaces”-, y si bien el predio hubiera permitido cierto crecimiento, los costos desalentaron a la comisión.
Sin embargo, en la misma época surgió la posibilidad de comprar por U$S 30.000 dólares el inmueble donde funcionó el ex oratorio salesiano, en Abayubá casi Tacuabé, por lo cual se convocó a una asamblea que en diciembre pasado respaldó la iniciativa. En la secuencia el vecino de al lado compró el viejo terreno por U$S 45.000, de modo que quedaron U$S 15.000 para encarar mejoras en la nueva sede.
Los planes son “construir tres baños, una cocina y emprolijar con puertas nuevas, rejas, y probablemente instalemos aire acondicionado, para que el socio pueda celebrar fiestas y la directiva pueda ofrecer actividades artísticas”, adelantó Baridón. Ya se iniciaron conversaciones con el arquitecto Santiago Blanco, “hay detalles que no son tan costosos”, y en la fachada se pintará “un indio gigante” siguiendo un diseño del vecino Julio Perera. La mudanza está prevista para breve.
Baridón agradeció el legado del club de pesca y de bochas “Dr. José María Luaces”, y elogió el trabajo de las comisiones fiscal y de damas. Entre las mejoras del barrio solicitadas al Municipio, mencionó: “levantar la calle Vaimaca Piru para evitar que se junte agua de lluvia a la entrada de la playa, iluminar parte de la costa, instalar juegos para niños, bajadas para discapacitados, limpieza, y señalizar como pieza histórica el antiguo tanque de ladrillos donde antiguamente la locomotora cargaba agua”.
Un pedazo de historia
El barrio Charrúa fue, “luego del primer núcleo urbano constituido en torno a la estación del ferrocarril, quien lo siguiera fraccionando su área y adjudicando el nombre a cada una de sus calles que con orgullo (para los orientales bien nacidos) luce ese barrio sureño”, reseñó Walter Aranda Grasso en LVA hace algunos años. “La mensura que le dio forma y regularizó la situación legal de quienes se hallaban afincados data de 1906. Hasta allí muchos de los vecinos lo hicieron en el convencimiento (erróneo por cierto) de estar sobre terreno fiscal”.
En apuntes dejados por don Angel Ponte se lee: “Por expresa resolución de la señora Teresa Celio de Gianini, albacea testamentaria de la sucesión, se dispuso la creación o fundación del barrio, su división en solares y que estos se vendieran a largos plazos, tanto a los residentes eventuales como a futuros adquirentes. Para hacernos una composición de la época, a manera de ejemplo señalamos, que el precio del metro cuadrado de los solares cuyo frente daba hacia la calle Zapicán se fijó en 50 centésimos, mientras que el resto se vendió a 40 centésimos”.

La nomenclatura del barrio “nació por iniciativa de José María Gianini, hijo menor de la propietaria (familia de Rosario), estudiante de medicina, (luego médico) quien con la designación de los nombres aborígenes (único caso en el país) mostraba claramente su admiración y defensa (al menos en la memoria) de las razas autóctonas”, continuó Aranda. Las calles de ingreso son, de izquierda a derecha: Naigualve (junto al Parque Marino Rivero), Abayubá, Caytúa, Guyunusa (ex Gianini), Yamandú, Tacuabé y Vaimaca Pirú (ex Treinta y Tres). Las transversales se sitúan así: Zapicán, Abayubá (que gira en el límite del complejo habitacional INVE para salir a Zapicán), Tabaré y Tabobá.
De acuerdo a los apuntes de don Angel Ponte, los primeros pobladores fueron: Féliz Andueza, Claudio Illas, Antonio Aicardi, Osvaldo Fernández, Julio Agostini, Santiago Mayuncaldi, Emilio Superga, Angel Ponte, Francisco Bronzovich, Francisco Zamora, Juan Granero, Antonio Rodríguez, Nevil Thomsom, Emilio Camelia, Fernando Burgeois, Ciriaco Montiel, Francisco Falero, Julio Pérez, Pablo Mesa, Pedro Gabbiani, Telésforo Pino, Rogelio Ojeda, Josefina T. de Lagleyse, Ramón Fernández, Julio Fernández, Filomeno Cattaneo, José Lustemberg, Manuel Fernández, Francisco Perdomo, Dominga Pintos, Natalia Madera, Catalina Núñez, María Deleón, Faustino Betarte, Pedro Giusto, Juan Costabel, Pedro Hernández, Patricio Errecart, Américo González, Pedro Rica, Tomás Navone, Jorge Lea, Francisco Ibarra, Dolores y Petrona Montes de Oca, Nicasio Pérez, Ramón Rodas, Eulogio Bentancor, Paulino Deleón, Ramón Morales, León Torres, Viuda de Neves, N. Barragán, N. Carvajal, N. Ramírez, N. Rodríguez, N. Plasencia, N. Menéndez, N. Banegas, Melitón Cervantes, Ramón Cruz.
Fiesta en la calle
A fines de los años de 1980 “un vecino que hizo un viaje a Australia nos contó que en las navidades bordean con luces todas las casas”, contó el vecino de la calle Tacuabé, Gildo Franceschet, a Lía Schenck quien publicó una nota en La República de las Mujeres. “Tomaron la idea y agregaron ideas propias. ‘Comenzamos humildemente con una guía cada uno y unimos tres casas. Fue por 1994. Pero como ya vieron eso, la gente empezó a agregar luces afuera, a iluminar árboles. Al otro año, comenzó la visita. Para nosotros era una satisfacción tremenda, sentados acá en la vereda, ver que pasaban los autos y se bajaban con los niños y tomaban un refresco. Cada año, espontáneamente, cada uno pone lo que le da el bolsillo para adornar la calle. Todos más o menos tenemos algún equipo de música y, como quien dice, lo ponemos para la calle’, explicó Franceschet.
‘Cada uno está con su familia, en su lugar, pero estamos afuera. Cuando llegan las 12 nos saludamos. Uno lleva una botella para allá y otro para acá, se corta la calle y el baile se arma: un poco de candombe y lo que salga. Nos ponemos de acuerdo, y en todos los equipos de las casas ponemos una radio que pase buena música’. “Orestes Bermúdez, otro vecino, informó que ‘las lamparitas se prenden desde el oscurecer hasta la una de la mañana. Y quedan hasta Reyes’”.