Cerruti, el médico montevideano que se aquerenció en Carmelo

Cerruti, el médico montevideano que se aquerenció en Carmelo

02/03/2023 02/03/2023

Norberto Cerruti trabajó como médico en Juan Lacaze casi cinco años desde 1945, y en Carmelo otros 35 entre 1949 y 1984. El 1º de junio de 1984 cuando cumplió 80 años, quiso celebrarlo con una intervención quirúrgica. “Me recibieron con aplausos y saludos afectuosos”, contó en su autobiografía “Pasan los años”. (Foto: Cerruti, a la derecha, con su hijo Lorenzo).

Unos días antes de aquella despedida del quirófano, “invité a mi consultorio a los Dres. Orlando Gil Solares, Silvio Melognio y Hugo Maglione, integrantes del equipo quirúrgico, y a los Dres. Hugo Barranguet y Carmelo Fiorella, anestesistas. Les expuse mi deseo y aceptaron plenamente y hasta diría que con emoción”, rememoró. La paciente sufría por una litiasis biliar múltiple y unos años antes Cerruti le había practicado una mastectomía. El día coordinado se incorporaron además el médico Roberto Bacigaluz (h) y el fotógrafo Sergio Casanova. “Me recibieron con aplausos y saludos afectuosos y (…) la operada, buena amiga mía, salió bien del trance, siguiendo más tarde totalmente restablecida”.

Nacido en Montevideo, el 1º de junio de 1904, hijo de una familia de inmigrantes italianos instalados en Nuevo París y luego en el Paso del Molino, Cerruti convivió con ocho hermanos que contribuyeron a facilitar sus estudios médicos. Egresó de la Facultad de Medicina el 4 de abril de 1935, y contrajo matrimonio con María Herminia Hernández con quien tuvo dos hijos: Lorenzo, el mayor y Gonzalo (abogado) el menor, que les dieron siete nietos.

En 1936 fue uno de los primeros médicos de urgencia del Centro de Asistencia del Sindicato Médico del Uruguay, designado a través de un riguroso concurso de oposición, del que surgieron varias figuras que serían con los años destacados profesores de la Facultad de Medicina, investigadores de trascendencia mundial y médicos muy destacados.

Ejerció la profesión en su barrio familiar durante 11 años, asistiendo a pobres, parientes y amigos, logrando reunir una pequeña clientela privada. Al mismo tiempo, asistía regularmente al Hospital Pasteur, donde se hizo cirujano junto a don Julio Nin y Silva, al sobrino de éste, Carlos Gil Nin, y al maestro Abel Chifflet con quien mantuvo una amistad de toda su existencia. Tuvo una particular aceptación de las circunstancias de la vida. Así interpretó él su radicación en Juan Lacaze el 4 de enero de 1945, iniciando su etapa de médico de campaña “que nunca se había imaginado” y asumiendo inmediatamente “las inquietudes por el mejoramiento del pueblo, la comprensión de los problemas para el bienestar de los semejantes, la sensibilidad ante el dolor y las miserias, el cariño por los niños…”

Inmediatamente formó una comisión popular que logró construir una sala de operaciones adjunta al Centro Auxiliar con un balance de 34 operaciones efectuadas al sexto mes. “Trabajé mucho, traté de hacer todo el bien posible”, escribió en Mi primer año en Juan Lacaze impreso en la tipografía de la Escuela Industrial San Juan Bosco en 1946. “Cristalizó mi aspiración de continuar la parte quirúrgica, de instalar un laboratorio y un aparato de rayos X; comí caracoles y asao con cueros; sufrí mucho con los forúnculos pero aprendí que la terapéutica se ha enriquecido con nuevas conquistas: el pan con leche, el ungüento de madre y … el té de ortigas. Ya tengo buenos amigos; mi chamaquito mayor de seis años, ya va al colegio, y el menor de cuatro, aprendió a jugar a la bolita; mi señora plantó y regó muchas flores y finalmente … vivimos un año más”.

Un día de junio de 1949, “alrededor de las diez de la noche, recibí un llamado telefónico del Dr. Abel Chifflet informándome sobre la posibilidad de radicarme en Carmelo para ocupar el lugar del Dr. José Luis Sosa, prestigioso médico que ejercía en esa ciudad y deseaba trasladarse a Montevideo”, escribió en su obra Homenaje a Carmelo. “Sólo atiné a solicitarle un compás de espera para meditar, consultar con mi familia y luego contestarle. En verdad yo no conocía Carmelo, por lo cual resolví realizar una visita de reconocimiento, lo que hice en compañía de mi familia. En ella tuve tiempo para formarme un concepto sobre sus bellezas naturales”.

Llegó un poco “a la buena de Dios”. No tenía cargo rentado, los ahorros que traía eran reducidos y el alquiler que debía pagar era alto para la época. En resumen, las perspectivas no parecían muy halagadoras, pero tenía mucha fe. “Llevaba ya muchos años de ejercicio profesional, lo que me había dado bastante experiencia, en especial en cirugía. Tenía y tengo la convicción que el médico que presta una correcta asistencia a sus enfermos y ejerce una profesión honesta, trabaja en cualquier parte”.

Padrino de bodas

Un domingo le llamaron para que viera un paciente muy dolorido que presentaba un cuadro de apendicitis aguda, y no encontraban médico disponible en el Hospital. Debía ser operado de urgencia, y así lo hizo con la colaboración del enfermero Squitín que le hizo la anestesia general. “Me las arreglé como pude”, ya que no había quien colaborara en esos momentos. Ese fue su debut quirúrgico en Carmelo. Aquel muchacho evolucionó muy bien y vivió largos años en la localidad de Juan González.

La visita protocolar que había realizado a su llegada al Dr. Mortalena, le permitió conocer el Sanatorio de la ciudad. Fue entonces que recorrió sus dependencias y se formó un concepto sobre el establecimiento. Se retiró convencido de que podría aportar algo para lograr una posible reestructuración del edificio, adaptándolo para realizar una asistencia más completa desde el punto de vista médico, quirúrgico y obstétrico. “La reunión se realizó un domingo de mañana en el Yacht Club local y en ella se echaron las bases para un mejoramiento total del edificio”. La reinauguración tuvo lugar el 5 de marzo de 1951.

Una vez llegó al Sanatorio un hombre de 52 años, con dos heridas de arma blanca, una de ellas en tórax, con sangrado abundante y estado delicado. Lo interviene de inmediato con evolución favorable, hasta su total recuperación. El médico había observado que junto al enfermo se encontraba día y noche una mujer que le prodigaba su amor y cuidado, con quien tenía el paciente cuatro hijos. Al enterarse que su situación no era regular les propuso que se casaran. Intervinieron el juez de Paz y el sacerdote Querubín. Las dos ceremonias se realizaron en el Sanatorio; la madrina fue la primera enfermera y Cerruti el padrino. Ese paciente falleció a los 82 años, 30 años después, y siempre le llamó “padrino” en lugar de “doctor”.

Según los meticulosos registros clínicos de Cerruti, en su consultorio particular vio 5.364 pacientes, promediando cinco consultas cada uno, totalizando unas 30.000 consultas médicas. Sumando las domiciliarias, hospitalarias y demás, superó las 50.000 consultas.

(Izq.) Norberto Cerruti con su primera nieta, Carolina, en mayo de 1971. (Der.) Ganadores del primer concurso de Médicos de Urgencia del CASMU (Cerruti es el sexto desde la izq.) en 1936 (arriba); junto a su colega y amigo Juan Carlos Echeverría frente al Hotel Casino de Carmelo en 1951 (abajo).

Tras la muerte del director del hospital, Eduardo Irastorza, en julio de 1957, el ministro Vicente Basagoiti, amigo de Cerruti desde la infancia, le envió un telegrama pidiéndole se hiciera cargo interinamente de la dirección, lo que aceptó por entender que se debía al Hospital y a su amigo. Pero poco a poco su tarea se vio recargada por la atención de los pacientes de coordinación, la atención de las urgencias y estar de retén las 24 horas, con un promedio de 20 operaciones mensuales.

Su ánimo de colaboración y solidaridad, y su buen estado físico le permitieron afrontar el desafío. Intentó mejorar el establecimiento, recurriendo a la ayuda de la población, mediante donaciones, rifas y el apoyo de la Comisión de Damas. Lograron así la remodelación de estructuras, pinturas, bituminizado de circunvalación, adquisición de material quirúrgico y ortopédico y la construcción de un gallinero, que permitió a los internados comer pollo dos veces a la semana.

Tres años estuvo a cargo de la dirección del Hospital, hasta que agotado por el esfuerzo, solicitó al ministro Washington Ísola, le designara un sustituto, recayendo la designación en el Dr. Ventura Rébori, quien a pedido del Ministro, había sugerido el propio Cerruti.

En 1953 le otorgaron una beca para médicos del interior, por un mes, en Montevideo. Aprovechó para concurrir al instituto de Traumatología y Ortopedia, por un lado y al Instituto del Tórax, en la Colonia Gustavo Saint Bois, para aprender más técnicas de cirugía de tórax. Allí repartió su tiempo haciendo guardias de 24 horas, lo que le permitió adquirir habilidades y destrezas de gran utilidad para el tratamiento de sus enfermos.

La primera cesárea y el hogar de ancianos

La preocupación de Cerruti por contribuir a resolver situaciones que advertía en su ciudad, le llevaron a impulsar la mejora de la Casa Cuna o Casa Maternal, que había sido fundada por la jueza de Paz, Dra. Carmelina Moise de Bianchi. Allí se albergaba a los niños mientras sus madres trabajaban y recibían cuidados, además de alimento y atención médica. Se empeñó en lograr un edificio más adecuado para su funcionamiento, logrando adquirir una nueva propiedad con una sensible rebaja dada su finalidad.

En 1953 debió hacer la primera cesárea que se realizaba en Carmelo, a una paciente de 43 años, naciendo una niña con gran vitalidad, a quien sus padres le pusieron por nombre Ethel Norberta, en su homenaje. Muchos años más tarde, esa joven casó y fue madre de dos hijos. Pero el inicio de las cesáreas en Carmelo permitió en adelante resolver los partos complicados en el propio medio, sin traslados, transformándola en una operación de rutina con la mayor seguridad.

Los periodistas y los medios de comunicación fueron sus amigos, y le ayudaron en sus obras benéficas, particularmente en la creación de un Hogar de Ancianos, que surgió a consecuencia de la atención de una paciente que hacía obras de caridad para ayudar a los desvalidos geriátricos de la localidad. Cuando la familia le pidió la cuenta de honorarios, él les planteó que lo integraran para fundar ese Hogar que llevaría el nombre de la esposa. Desde entonces, se denomina “Aída Arce de Rodríguez”, del que Cerruti fue su director técnico y médico honorario aún después de su retiro.

También fue fundador de la Asociación Médica del Oeste de Colonia (AMOC) y de su Centro Asistencial (CAAMOC), fundado el 1º de marzo de 1972.

Especial cuidado tuvo en formar al personal de Enfermería para el Sanatorio. Lo puso de manifiesto en dos casos: “Un mes antes de inaugurarse el Sanatorio, la Srta. Magdalena Ordinas fue a Montevideo para hacer su aprendizaje; con tal fin le entregué una carta dirigida al Dr. Chifflet para asistir al Sanatorio Americano y otra para la Sala No. 18 del Hospital Pasteur. Fue tal su deseo de aprender y su espíritu de superación, que volvió capacitada para desempeñarse en el Sanatorio, donde ocupó durante varios años el cargo de 1ª. Enfermera”. Por su parte, “la Srta. Olga Ayzaguer trabajó 31 años en el Sanatorio y ocupó durante mucho tiempo el cargo de 1ª. Enfermera, con dedicación y eficiencia, recibiendo un merecido homenaje al cumplir las bodas de plata”.

En su libro, Cerruti dedica un capítulo a la Academia Nacional de Medicina, que lo invitó a incorporarse el 30 de mayo de 1984 previo a una conferencia del profesor Dr. Rodolfo Tálice. “Mis conceptos principales fueron que tenía plena conciencia que mis méritos científicos eran limitados en relación a los de las notables personalidades que integraban la Academia, pero que ofrecía lo que atesoro con orgullo: un camino recto y una entrega a la comunidad durante varias décadas. Expresé mi convicción de que los hombres de mi generación eran más idealistas, más románticos en contraposición a los actuales, lo que podía atribuirse al materialismo originado por acuciantes problemas económicos. Terminé mis palabras diciendo que era prácticamente imposible cumplir totalmente con nuestro juramento hipocrático, pero que era conveniente acercarnos de la manera más fiel posible; que en última instancia es nuestra propia conciencia quien juzga nuestros actos”.

El médico carmelitano Miguel Asqueta, director nacional de Salud hasta diciembre último, lo recuerda con afecto. “En 1991, poco después de recibirme de médico, alquilé una casita para consultorio enfrente a la suya en la calle Zorrilla de San Martín a cuatro cuadras del puerto de Carmelo, pero a los dos meses me la pidieron de prepo. Cuando salí la última tarde él estaba parado al sol, como cualquier jubilado. ‘Acá hay uno disponible para ti, equipado’, me dijo, y no supe qué decir. ‘Tengo un nieto en primero de Medicina, me imagino que cuando vos le tengas que ayudar a él a dar sus primeros pasos, no pensarás que te retribuya ¿no?’”.

Fuente: “Norberto Cerruti (1904-1993)”, del investigador de la historia de la medicina Dr. Antonio L. Turnes publicado en julio de 2011.