
Ex locutora y animadora Nancy Buffa Schenck: “Trabajé como una burra”
17/02/2023La lacazina Nancy Buffa Schenck fue miss Carnaval a los 16 años, y luego miss Vida Nueva, y miss Cyssa. Tras retirarse hace unos años de las pasarelas y de los medios, este domingo le sorprendió nuestra llamada a un teléfono fijo: “A este solo me llaman funerarias, servicios de acompañantes o para ofrecerme plata. Me tienen tan acobardada que a veces lo dejo sonar”. La propuesta fue volver a publicar una entrevista que le hicimos con Walter Cruz en 2001. Dice que “después de los 70 es como una carrera”, y “con los amigos decimos: vamos quedando nosotros”, pero “mientras tanto no hay que apurarse”.
Luis Udaquiola
Uno de los desafíos del retiro laboral fue acostumbrarse a usar nuevamente su apellido paterno, Buffa, porque “cuando llegué a la tele a ninguno le gustaba y pasé a usar el materno: Schenck”.
Si bien se sabe que tiene 80 y pocos años, la edad no es algo que le interese declarar. Prefiere decir que fue a la escuela junto con Negrita Carbajal, la hermana mayor de El Sabalero, y que la gente calcule.
Durante su larga trayectoria se hizo fama de mujer trabajadora. “Trabajé como una burra en una época en que había que hacer todo a pulmón: Los avisos se hacían en vivo porque aún no había video, y para los desfiles de moda yo misma llevaba en mi auto los zapatos, la ropa; no sé cómo pude hacer todo aquello”.
Incluso cree que se apuró para jubilarse y que “por la lucidez que tengo, al día de hoy podría estar conduciendo un programa en la radio aunque me lo vendiera otro. Un programa para la gente mayor, por ejemplo: estamos en un país lleno de viejos y no hay programas para nosotros”.
Buffa vive en Malvín en un apartamento a una cuadra de la rambla, donde mira televisión y cuida las plantas de la terraza: “hoy las regué pobrecitas, porque estaban tristes”. En las tardecitas, junto a su perra Tatina, “me encuentro con las vecinas del barrio más o menos de mi edad, que todas tienen perros”.
En la entrevista de 2001 que sigue a continuación, aclara que nunca fue electa Miss Uruguay ni Miss Colonia, por celos de su primer esposo.
“NO FUI ACTRIZ PORQUE LE ERRÉ AL CAMINO”
(Publicada originalmente en papel en febrero de 2001). El reportaje había sido convenido en el estudio de CX 44 Emisora del Siglo. Mientras subíamos las escaleras de la casona de la calle Yaguarón, nos preguntábamos como luciría. Y la encontramos como siempre: con su simpatía a flor de piel, locuaz, entusiasta, alegre y siempre esperanzada.
Hija de Luis Buffa y de Enriqueta Schenck, estudió para actriz pero no pudo llevar adelante la vocación que siempre la atrapó. Sin embargo, se considera artista y sus dotes la llevaron a traspasar fronteras. Ama profundamente a Juan Lacaze y recuerda a su gente con inmenso cariño.
¿Nacida dónde y cuándo?
En el barrio La Estación de Juan Lacaze. Pero la fecha no se las digo (risas). Nací allí atrás de la fábrica, donde estaba la estación. La edad me la voy sacando de a cuatro años, porque ustedes saben que si doy algún dato después te lo van contabilizando y no trabajo más.
¿Quién te va contabilizando los años?
El ambiente m’hijo. Vos sabés que en este país si tenés 35 años ya te consideran vieja. Y te lo digo con propiedad porque le pasó a una amiga mía. Así que pueden decir que Nancy Schenck tiene 40 y tanto.
Está bien. Después de La Estación ¿dónde viviste?
En el Charrúa. Pero vuelvo sobre la edad: soy de la misma época que José.
¿El Sabalero?
Claro.
¿Algún recuerdo de tu infancia?
Preciosa infancia con mis padres. Soy hija única. Me querían mucho y también me consentían mucho. Yo recuerdo que en La Estación estaba la familia González, tenían dos nenas preciosas con las cuales jugaba. Sus padres se hicieron tan amigos de los míos que después cuando nos fuimos para el Charrúa ellos se compraron una casa y vivían prácticamente pegados a la nuestra.
¡Mirá vos!
Eso fue hasta que yo me vine para Montevideo. Y después me los traje para aquí. Lamentablemente una de esas amigas falleció después con 40 y algún año. Se llamaba Raquel González.
¿Dónde estudiaste?
En el Colegio María Auxiliadora. Luego en el Liceo y después en el Preparatorios de Valdense.
¿Y después?
Dejé. Mi padre trabajaba en la papelera y mi madre en la textil. Luego sacó la jubilación de madre que existía antes. En aquel momento mi papá se enfermó y tuve que salir a trabajar.
¿Así que de estudios nada más?
Pero me gustaba ser “ratona de biblioteca”, me encantaba leer y desde chiquita quería ser actriz. Las monjas me incentivaban, me ponían a hacer teatro, declamación y te hacían aprender catecismo. Eso me sirvió para ser una gran alumna y tener una gran memoria.
¿Y que querías estudiar?
De actriz por sobre todas las cosas. Y no fui actriz porque le erré al camino: me tenía que haber ido a la Argentina.
¿Por qué?
Porque acá no te valoran. Si triunfás en otro país después aquí sos lo más grande (risas). Fijate lo que le pasa a muchos compatriotas. Se hacen famosos afuera y luego dicen “ah… sí, fulano de tal es uruguayo”. Además faltó que me largaran la piola. Estaba muy oprimida por mis padres, era la única hija, era la nena y entonces acá me tenían más cerca, Buenos Aires era más lejos. No rompía el cordón umbilical… ¡Ojo!: todavía no lo he roto, con mamá sigo sin romperlo (nota de redacción: su mamá falleció en mayo de 2009).

ACOSO SEXUAL, CASAMIENTO Y DESASTRES VARIOS
¿Trabajaste en Campomar?
Tres años, pero me tuve que ir.
¿Razones?
Acoso sexual.
¿Cómo fue esa historia?
Miguel Angel Campomar me corría alrededor del escritorio y como no me pudo agarrar nos echaron…
Decís “nos echaron”, ¿a quién más?
También al “Gallego” Quintana, que era jefe en una sección y estaba de novio conmigo. ¿Sabés como se llama “El Gallego”?
Arquímedes.
Ahí está. Nos casamos y cuando volvimos estábamos los dos de patitas en la calle.
Que te echaron es una manera de decir.
Es lo mismo: me tuve que ir antes. Mi papá al enterarse de todo eso fue y tuvo sus palabras con los Campomar. Mis padres me marcaban bien el paso y mi viejo dijo que yo no había nacido adentro de la fábrica. ¡Tengo un gran orgullo de mi padre! Hizo que me pagaran hasta el último centésimo. Como él se había enfermado de los pulmones había hablado con un señor Giusto -padre de un noviecito que tenía-, y él me ayudó para entrar a la fábrica.
¿Y con el casamiento que pasó?
Fue un desastre. En esas condiciones fuimos paliando la situación, pero no hay amor que resista si no hay plata. Además éramos muy jóvenes, si uno hubiese visto la vida de más grande quizás habríamos aguantado más. Pero a esa edad se aguanta poco. Empezás a llevarte mal porque no hay plata para esto, no hay plata para lo otro y todas esas cosas.
¿Esto lo podemos decir?
Claro que sí. Lo de “El Gallego” no lo digo con rencor y lo del acoso sexual es muy bueno que lo pueda decir. Antes tenías que cerrar el pico, porque si lo contabas, te tenías que bancar determinadas situaciones…
¿Cuáles?
Que la gente dijera, “ah… ella lo habrá buscado”.
Prejuicios de otras épocas
Pero y claro!
¿Entonces?
Yo entré a trabajar a la fábrica, obligada por la situación económica de mi casa y no busqué a nadie. Esto te lo pueden decir mis compañeros de trabajo, mis amigos, pero me fui de Campomar y listo.
¿Y entonces a Montevideo?
Si. Fue un desastre allá y otro desastre acá.
¿Desastres por qué?
Allá por lo que conté de la textil, y acá por “El Gallego”, que trabajaba en Alpargatas, y nos separamos al mes de haber nacido nuestra hija. Y me volví a Juan Lacaze. Lamentablemente ella murió ahogada en 1985 cuando tenía 17 años. Por eso lo de mi vida con Quintana no puedo ni quiero obviarla.
¿Y allí?
La historia era que tenía que trabajar. No podía depender de mis padres, había aprendido lo que era ganarse la plata y además soy una persona muy independiente.
EL JABÓN BAO, UNA CARITA NUEVA Y… ¡A LA TELEVISIÓN!
¿Qué hiciste entonces?
Una prima se enteró de unos cursos que daban en Montevideo para prepararte de promotora y me lo dijo. Hice el curso y cuando lo terminé me enteré que lo que me iban a pagar por mes no alcanzaba ni para comprarse un par de zapatos.
¿No agarraste viaje?
Claro que no. Pero vi en el diario un anuncio de Bao buscando una chica para un aviso en la televisión. Cuando fui una secretaria me dijo que lamentablemente se había cerrado el plazo y que además primero tenía que ser promotora de la compañía. Para ello tenía que ir hasta el Paso Molino, y yo no sabía ni ir ni venir, andaba perdida en Montevideo, pero llegué.
¿Y allí que pasó?
Apareció una persona desde el fondo y le dijo a su secretaria, “¿esa señorita quién es?”. Yo ya me iba cuando el hombre me llamó. Era Isidro Cristiá, gerente de Bao y periodista, que tenía unos programas importantísimos en la radio como aquel de “Hola que tal, amigos de Mejoral”. Habló conmigo y cuando le dije que era de Juan Lacaze se sorprendió. “Qué raro tanta verborragia. ¿Será la cercanía con Buenos Aires?”. Tenía que ser primero promotora y mientras tanto me iba ensayando para la cámara. Después Bao abrió otra fábrica. Yo tenía 26 años y ellos una fábrica nueva, una carita nueva, y ahí enganché. Era en Canal 4 cuando la televisión se emitía en blanco y negro.
¿Así que tu carrera en televisión comenzó en el 4?
Sí y allí estuve cuatro años. Era cuando no había video y te pagaban por cada aviso en vivo. La verdad es que no lo podía creer, porque aquí cuando sos del interior ¡te hacen cada cuentos! Y a mí justo se me estaba terminando la platita que me habían dado papá y mamá. Entonces le dije a Cristiá: “usted perdone, pero no sé si estos no serán cuentos, porque en Montevideo todo el mundo te hace cuentos”. Y ahí Cristiá, un hombre al que siempre estaré agradecida, me respondió: “Yo no”.
Así que pasé de la desesperación a ésto que me permitió llegar a jefa de ventas y a trabajar en televisión. No sé si serán cosas de Dios, del destino o lo que sea. Después se me terminó el contrato pero ya estaba acostumbrada a ganar bien, a vivir bien, me gustaba todo y ya no me quería ir más a Juan Lacaze (risas). Era una montañita de plata, era muy lindo, pude ayudar siempre a mis padres. Me los traje a ellos y a mi hijita para acá, aunque mi viejo no se quería venir. Pero como mi madre y mi hija se pasaban acá, al final se vino él también.
¿Y después de Canal 4?
Pasé a Canal 10 con un programa que se llamaba “La música y la moda”. A la vez hacía unos avisos de unas galletitas para el Canal 5 y también me llamaron para hacer alguna cosa en un programa. Y bueno, ahí empecé a contactarme con directivos del SODRE y pude hacer un espacio en TV que se llamó “Femivisión”. Era todo con mucha energía pero también poniendo mucho rostro (risas). Luego tuve otro: “Charlas con Nancy Schenck”. Y hasta hoy sigo en el SODRE.
CANCUN, TELEVISA Y EL HURACÁN “GILBERTO”
En el ínterin tenemos noticias de que anduviste por México
Ah, si. Me casé otra vez…
Qué quiere decir “otra vez” ¿el segundo, el tercero?
El tercero. El segundo no sé porque fue sin papeles. ¿Valen igual?
Si señora, valen igual!
Por 1985 me casé con papeles (risas) y me fui a México. Mi marido había conseguido trabajo con unos amigos y a mí en Canal 5 me habían dado el raje con todos los demás productores…

¿Cómo es eso?
Acá cada cinco años te echan. Cambio de gobierno y afuera. (risas)
¿En México qué hiciste?
Estaba en una fiesta y por ahí se corrió la voz de que había trabajado en televisión en Uruguay, un país que si siquiera sabían muy bien adonde quedaba. Acá no pasa eso, porque te valoran si venís de afuera. Me llamó el dueño de la televisión y me preguntó: “¿Usted se anima a hacer eso que dice que hizo en su país?”. Le dije que cómo no. Pero como era extranjera le solicité que me pusiera una mexicana para la producción. Lo hizo, vine, vendí mi apartamento y empecé allá.
¿Dónde era?
En Cancún. Estuve cuatro años en Televisa, que es la principal televisora del país, y después otro desastre.
¿Cuál?
El huracán “Gilberto”. Cancún es un lugar divino, pero por primera vez se desvió para allí ese huracán y acabó con todos los ahorros de mi vida. Me liquidó todo: el matrimonio, el bolsillo. Pasó una ola de no sé cuantos metros y se acabó todo. Se me fueron las ganas de vivir en Cancún y me fui a vivir a Ciudad de México.
¿Y en Ciudad de México?
Mi marido me había hecho la historia de que íbamos a poner un restaurante, pero no puso nada y yo me iba comiendo las economías. Me divorcié. Creía que como en Cancún todo había sido tan fácil, en Ciudad de México iba a ser lo mismo. Allí también estaba Televisa, pero con otros dueños. Y no pude hacer nada.
¿Y el huracán te tiró para Montevideo?
Sí, porque en México me sentí con una soledad espantosa. Allí si sos extranjera no entrás. Salvo que seas actriz, pero una locutora y animadora no tiene credibilidad. Son muy nacionalistas.
Estamos en 1990 y en Montevideo.
Estuve un año y medio sin trabajar. Luego comencé en Radio Sport, después en Canal 5 con unos espacios culturales de cinco minutos por día, donde entrevistaba a los artistas uruguayos. Allí también tuve un programa que se llamaba “Conozcamos el Uruguay”, que me obligaba a recorrer todo el país con la cámara mostrando diferentes lugares. Iba pegado a un informativo, por lo que lo veía todo el mundo. El año pasado estuve haciendo televisión de mañana en el programa “Café Versátil”, de Canal 5, en una sección que se llamaba “Shopping de la Moda”, donde también había otros lacazinos.
¿Quiénes?
Jorge Mures y Lillian, su señora, informaban sobre todo lo que tiene que ver con la salud de los ojos y la estética de los anteojos.
¿Y en Emisora del Siglo que hacés?
Un programa que se denomina “Respuesta a las voces”. Va todos los días de 14 a 15 horas. Es un programa de ayuda a la gente y de información. Hay médicos naturistas, terapeutas, abogados que hablan de problemas laborales, o sea que tengo de todo. Trato de tener gente idónea para dar respuesta a todos los consejos que se piden.
Tu vocación es ser actriz. ¿No actuaste nunca?
Hice algunos papelitos en teatro aquí en Montevideo. Estudié, di examen y me recibí.
¿Y entonces?
Siempre acostumbro a decir la verdad. Soy de extracción humilde y Nidia Telles, que fue la que me tomó el examen, me dijo: “Nancy, estás en tu mejor momento en televisión, aparecés más que las placas del canal (risas), pero ¿estás dispuesta a dejar eso? Mientras seas pobre y estés trabajando en televisión vas a tener que elegir entre la comida o el postre”. Y tuve que elegir la comida. Porque yo no trabajaba por broma, tenía una hija, tenía necesidades. Dios me dio la posibilidad de hacer algo que me gusta muchísimo, pero yo quería ser actriz y tuve que dejar el postre. Hasta ahora lo estoy esperando.
LA MISS URUGUAY QUE NO PUDO SER
¿Por qué existe la leyenda de que fuiste Miss Uruguay?
Nunca fui Miss Uruguay ni Miss Colonia. Fui Miss Carnaval a los 16 años, Miss Vida Nueva, y Miss Cyssa. Para los concursos de Miss Colonia y Miss Uruguay se mandaban fotos en blanco y negro. Yo iba ganando, pero era novia de “El Gallego” Quintana que era de lo más celoso (risas) y se ponía hecho un bicho. Una vez en un baile yo iba otra vez adelante y me dijo “vamos” y me llevó. Nunca fui Miss Uruguay porque siempre me sacaban del concurso. En el último baile al que me llevó estaban eligiendo una Miss Primavera y otra vez yo iba adelante. “¿No hay más nadie a quien votar?, vámonos”, me dijo. Aquello parecía una tomadura de pelo (risas). Pero aquellos concursos ayudaban a levantarte la autoestima.
¿Vas poco a Juan Lacaze?
No, sólo el año pasado fui poco. Me gustaría tener una casita para ir todos los fines de semana en verano y en invierno, porque te despeja y es el lugar de uno. Cuando se es joven hay cosas que uno no se da cuenta. Aunque parezca una pavada, allá en el cementerio tengo a mi hija y a mi papá. Si algún día mi mamá se va, la llevo para allá, y yo también querría que cuando me toque me lleven para mi pueblo.
No son pavadas, son sentimientos
Si bien me fui del pueblo porque no me podía desarrollar, Juan Lacaze siempre me gusta. Cuando voy lo encuentro precioso. Capaz que a mucha gente no la conocés, pero después hablando descubrís que este es hijo de aquel o del otro.
¿Cómo definirías a la gente de Juan Lacaze?
Es gente con luces, simpática, querida, en todos lados. Y conversando no se quedan cortos. Se destacan a todos los niveles. Ahí tenés a Osvaldo Laport, ¡un actorazo! Está José Carbajal, está Javier Chevantón, medio pariente mío, el hijo de Ricardo Voelker que es una eminencia en la medicina y tantos otros que ahora no me acuerdo. Claro que hubo algunos que no pudieron llegar, se prepararon para esto, para aquello, pero por la situación económica terminaron en una fábrica. Fíjense ustedes que todos los que se han destacado surgieron de abajo, son todos de familias humildes. En concreto: soy una lacazina más y la gente de mi pueblo es maravillosa. Ustedes me preguntaron cuál era mi característica principal y les dije que era una despistada y muy charlatana. ¿Vieron?