
Dentro de una abuela, una madre, y dentro, una hija
01/12/2022Helena Corbellini presenta esta tarde su último libro: Matrioshka. Habló con La Voz de la Arena sobre esta última entrega y sobre la presentación.
Lucía Silveira Almeda
Nació en Montevideo en 1959. Novelista y profesora. En Colonia del Sacramento residió durante 15 años y hace tres que se radicó en España. Bajo su autoría tiene libros como «La vida brava. Los amores de Horacio Quiroga» y «El Sublevado. Garibaldi, corsario en el Río de la Plata». Su última entrega tiene por título «Matrioshka» y gira entorno a un drama familiar con sus vínculos, las infancias y la vejez, con sus afectos, sus amores y sus conflictos. En Malángel, Josefina y Verónica Sáenz, hermanas antagónicas, se enfrentan con sus diferencias en una disputa por la salud de su madre y el futuro de la herencia.
Este jueves 1 de diciembre a las 19 horas en el Centro Cultural Bastión del Carmen, presentará «Matrioshka», acompañada por los profesores Raquel Nusspaumer y Leonardo Lesci. La entrada es libre y en palabras de la autora: «está todo mundo invitado». Sobre su reencuentro con la ciudad en la que vivió durante 15 años, presagió que «va a ser muy emocionante».
¿Qué tiene esta novela para ofrecer al lector?
Es el lector quien decide si el libro le importa y el libro qué le dice, no soy yo quien decide eso, ¿verdad? En la relación de la escritora con el lector yo califico a mis lectores: osado lector, intrépida lectora. Yo creo que aventurarse en una novela donde se exploran las relaciones de familia, que son las más intensas para empezar, ¿no? donde se juega todo, se juega el amor, pero también se juega el odio; creo que explorar eso siempre implica una tarea de gran atención y también, finalmente, quien lee, como en una película quien mira, termina reflexionando sobre sí mismo, sobre su propia historia.
¿Cómo fue el armado de los personajes?
Parto de la historia real, de la historia de mi propia biografía, pero la convertí en una novela; hoy no es una autobiografía sino una novela, que es lo que me interesa hacer. Una novela donde no me interesa ceñirme a los hechos vividos por mí, sino entregar un mundo que habilite reflexiones, que habilite pensar más allá de lo personal. Esas dos hermanas antagónicas, Josefina y Verónica Sáenz, que viven en el pueblo de Malángel, que se criaron allí, una [Verónica] estuvo exiliada y volvió, y también antes estudió en Buenos Aires, una vida más de largarse al mundo, mientras que Josefina tuvo una vida más de permanecer en Malángel, en su tierra.
¿Y cómo fue escribir a esta Josefina que es tan fascinante pero un tanto odiosa?
El calificativo de odiosa ya depende del lector, hay lectores que la consideran graciosa y se ríen, que era algo que yo deseaba también. Yo simplemente diría que es una mujer insatisfecha con su vida, eternamente desconforme y que no logra asumir las responsabilidades de sus actos, entonces siempre está culpando a los demás. Y ese hecho de no asumir y culpar a otros, eso no ayuda a nadie, no nos ayuda a cada uno a vivir, no ayuda a relacionarse con los demás, pero tampoco uno no puede ser feliz si no asume sus propios fracasos y también los triunfos, que en el caso de Josefina los triunfos son de orden material, algo que también es muy acotado en la vida, creer que la obtención de bienes materiales te va a traer felicidad.
Me resulta interesante el diálogo que tenés como autora con los personajes en la historia, además de las interrupciones que realizás. ¿Por qué utilizar este recurso? ¿Cuál es tu relación con ambas personajes?
Cuando estaba escribiendo la novela, al escuchar la voz de Josefina me abrumó, me abrumó la voz de Josefina con sus quejas y reproches y sentí: «basta, Josefina, ¿por qué no te callás?», y ahí pensé: soy la autora, puedo decirle que se calle. Ahí ingresó la autora, yo, Helena Corbellini diciéndole a Josefina: bueno, Josefina, ya hablaste bastante, vamos a ver qué dice tu hermana a todo esto. Hay tres irrupciones de la autora donde trato de establecer que haya voces parejas y que esas narraciones se reúnan en un único relato y puedan encontrar un final.

La historia se desarrolla en Malángel. En una entrevista que te hicieron en El Eco, comentaste que Malángel se asemeja un poco a Nueva Palmira, a Carmelo, a Colonia del Sacramento, pero no es como ninguno. ¿Cómo fue el proceso de crear esta nueva ciudad que se parece a tantas y no es ninguna?
Sí, Malángel es un sitio ficcional. No es que a Colonia le cambia el nombre o a Nueva Palmira o a nada. Tampoco habla del país, pero sí habla del Río de la Plata, uno puede ubicarlo en un territorio. Podría ser Juan Lacaze también. Me interesaba más crear mi propia tierra ficticia, como lo han hecho tantos escritores, ya tenemos una larga tradición al respecto y en nuestra literatura uruguaya tenemos a [Juan Carlos] Onetti, pero no exclusivamente porque tenemos a Mario Delgado Aparaín que inventó Mosquitos. En verdad es una estrategia de la ficción que se ha usado muchas veces y que yo me sentí feliz haciéndolo, es una decisión autorial, realmente.
«Necesito mis recuerdos para entender mi vida», dice Josefina en un momento. ¿Qué papel juegan la memoria y el recuerdo en este drama familiar? Pienso también en los cuadernos de Verónica y en la charla inicial sobre el paso del tiempo.
Josefina Sáenz es la única que habla del pasado de la familia. Se remonta a sus recuerdos más antiguos de su infancia para tratar de explicarse a sí misma y de explicarle a Helena, la autora, con quien se encontró caminando por la rambla costanera y empezó a contarle su drama familiar, porque Josefina tiene una suerte de incontinencia, empieza a hablar y empieza a hablar y parece que no va a terminar nunca. Ella necesita contar cómo se remonta su rabia, sus enojos, desde la infancia, porque fue la hermana del medio, porque no fue la primogénita como favorecida y tampoco pudo ser la menor, porque cuando era chiquita nació un hermano varón que acaparó la atención de los padres.
Después la misma Josefina cita: «el pasado es el padre del presente». ¿De qué manera juega esto con las muñecas rusas y el diálogo intergeneracional que se da?
Yo creo que la imagen de las matrioshkas está vinculada o responde a un privilegio del útero, las mujeres que sentimos que nos perpetuamos engendrando, cuando vemos engendrar a nuestras hijas y nace una nieta vemos como esa perpetuación de las mujeres a través de los sucesivos nacimientos y las sucesivas generaciones, genera esa muñeca rusa, ¿no? la muñeca dentro de la muñeca. La matrioshka es simplemente una metáfora de esto, de la progenitora que sería la bisabuela, que adentro tiene a la abuela y que adentro de la abuela está una madre y adentro de una madre, hay una hija.
Este jueves es la presentación del libro, ¿cómo te sentís? Te viniste desde España para presentarlo.
El libro salió en mayo. Yo estoy viviendo en España desde hace tres años, vine de visita ahora a Uruguay por un mes, a ver a mi madre, ver a mis amigos, ocuparme de algunos asuntos de familia. Y ha sido súper intenso de emociones, de alegrías, de cariño. Me acordé cuán cariñosa es mi tierra. Presentamos Matrioshka acompañada por Raquel Nusspaumer y Leonardo Lesci, en el Centro Cultural Bastión del Carmen, está todo mundo invitado. Me hará muy feliz el público que se presente. Escribo para un público lector, me encanta dialogar con mi público. Colonia me dio 15 años de vida fundamentales en mi vida. En Colonia conocí al que ahora es mi esposo. En Colonia trabajé en un Centro donde formé profesores que hoy son excelentes profesores que dan una educación de calidad y son mi mayor orgullo. Y bueno, Colonia me enseñó a ser una mujer del río, no una mujer del océano, ni una montevideana simplemente. Así que va a ser muy emocionante para mí, mi reencuentro con Colonia.