“1981 días”. Libro revela miserias del ámbito comercial y judicial en Rosario

“1981 días”. Libro revela miserias del ámbito comercial y judicial en Rosario

13/05/2022 13/05/2022

“Mi hijo siempre dice: ‘Mamá, el día que naciste te cruzaste con la mala suerte y nunca te la pudiste sacar de encima’”, cuenta la maestra jubilada Graciela Blanco en su libro 1981 días que se presenta este sábado 14 a las 17 horas en la sede del CECOE en Rosario. El libro pretende demostrar que no fue solo mala suerte, y prevenir a nuevos emprendedores.

Luis Udaquiola

Graciela Blanco proviene de una familia de comerciantes de Rosario -su padre Ángel Alberto Blanco dirigió la estación de servicios Shell durante varias décadas-, tiene 73 años y trabajó como maestra y profesora de astronomía.

“Seguir el ejemplo y el trabajo de mi padre siempre fue lo que me motivó a administrar una estación de servicio. Me agradaba vender, relacionarme con los clientes y trabajar en toda la parte contable”, dice en su libro.

Con el telón de fondo de la venta en 2011 de los negocios de la petrolera Standard Oil (Esso) en Argentina, Paraguay y Uruguay, Blanco gerenció hasta 2014 la estación Esso de Rosario, que quebró como consecuencia de sucesivas estafas. El proceso judicial se extendió hasta 2020 y le generó no solo problemas de salud sino también la pérdida de todos sus bienes.

La autora cursó magisterio en el Instituto “José Pedro Varela”, y luego se fue a Montevideo a estudiar para dar clases de Astronomía y obtener el título de directora. Fue docente de astronomía en los liceos de Rosario y Juan Lacaze, y junto al inspector Gonzalo Vicino escribió el libro Hacia una didáctica de la astronomía.

Hasta 1988 estuvo casada con Mario Morales con quién tuvieron dos hijos, Rafael y Mariana; por parte de su hija tiene un nieto llamado Bruno. Antes de este libro publicó: A través de mis ojos, dedicado a su padre, Paso del tiempo, Marquito, y Pascual De Chena, su legado en la región de Rosario.

“Entrega cien mil dólares y luego cuotas de cinco mil todos los meses”, la animó el vendedor. “¿Qué tiene para hipotecar? (…) La va a llamar la escribana para hacer el negocio”.

Blanco cuenta en su libro que (…) “los grandes volúmenes correspondían a gasoil. El producto se entregaba y se financiaba. Había cliente que lo pagaba a los 30 días y otros entregaban un cheque para cobrar con fecha posterior. Yo necesitaba el dinero en forma urgente. Ingresé en una rueda. Gigante. Esta giraba sin parar”.

No tuvo alternativa: “Llamaba a los usureros a pedirle dinero prestado a un alto costo y descontaba cheques. Mi propia casa estaba alquilada y con una hipoteca. Mi casa de la playa hipotecada también. Había perdido el auto. Solo quedaba la camioneta de la empresa”.

La letra chica

En medio del relato de 180 páginas la autora intercala cartas imaginarias como esta que dirigió a la multinacional en junio de 2015: “Señor gerente: conocí la letra chiquita del contrato donde decía, que yo solo tenía la concesión de la estación de servicio y así la arrebató, sin siquiera pedirme disculpas”.

(Izq.) Carátula del libro. (Der.) Graciela Blanco con su madre, hija y nieto el día de las madres de 2018 (arriba); a la derecha en la presentación del libro Pascual De Chena, su legado en la región de Rosario en 2016.

Y lo encara: “Aunque le parezca mentira, sigo pensando y, muchas veces arrepintiéndome de haber sido tan incapaz de darme cuenta que era solamente un instrumento de uso descartable, en la medida que se exprimiera y en vez de jugo, se obtuviera dinero”.

La angustia y el estrés dañaron su cuerpo y su mente. “Me sorprendí al abrir mis ojos y verme en la sala de emergencia del sanatorio. Sentí mi cuerpo contra la camilla dura y me di cuenta que estaba vestida. Vi a Liliana (la empleada que la ayudó a criar a sus hijos) sentada en una silla a mi lado y le pregunté qué estaba haciendo ahí”.

Más tarde la escuchó hablando por teléfono: “siempre estuvo despierta, pero no sabe quién es. Y habla, habla y habla … es cansador, repite siempre lo mismo … el nombre de la mujer que la estafó”.

En agosto de 2018 escribió otra carta imaginaria, esta vez al expediente judicial: “Estimadísima torre de papel: Hoy domingo y con una paciencia que hasta ahora era desconocida en mí, hablé con mi hijo Rafael. Le comenté que estábamos próximos a ver el final y él, con esa palabra justa me contestó: ¡Vamos a ver mamá! (…) Hoy volví a preguntar por ti, a mi abogada y me contestó que sigues creciendo y no tienes ningún apuro en moverte de lugar”.

Muchas veces soñó con el archivo definitivo. “Cuando ocurra entregaré una abultada suma de dólares. Es el monto de la deuda que viene creciendo por el tiempo que se te ocurrió no moverte en el juzgado letrado de Rosario. Se llaman intereses de mora (…) Me gustaría sentarme frente al mar. Escuchar la brisa. Sin saber cuándo te van a archivar”.

Hubo una época en que se sintió rica, y presidió el Centro Comercial de Rosario: “para mí era un honor”. Sin embargo, “así como todo se convirtió en humo, en el mismo momento lo hicieron la mayoría de los compañeros de comisiones de trabajo y los que le había dado crédito de combustible”.

Cambio de barrio

“Yo vivía en una hermosa casa con 700 m2 entre construcción y parque”, rememora. “Me desplazaba en un auto cero kilómetro, y en mi ciudad me saludaba mucha gente de dinero porque estaba incluida en la clase social adinerada (…) Hoy vivo en un barrio donde la gente trabaja y yo soy una más. Aquí nos saludamos todos”.

En diciembre del año pasado, cuando el infierno terminó, le escribió una carta imaginaria a la Graciela de 2014: “¡Ay Graciela, qué inocente forma de imaginar la solución a los problemas! Te pido permiso para comentarte que pidiendo dinero al usurero, te estabas enterrando viva (…) Habías sepultado tus años vividos y los que te faltaban por vivir. Tus ganas de reír”.   

En la carta que cierra sus 1981 días no podía faltar la familia: “Estoy comprendiendo a mis hijos y valorando lo que ellos han logrado convertirse por sí mismos. Siempre fueron el motivo de mis luchas, algunas con un matiz de locura, sin detenerme a analizar el objetivo que pretendía porque te comienzas a ingresar en una red de trabajo y dinero sin encontrar los límites precisos ni el lugar de salida”.

En el lanzamiento de este sábado, participarán junto a la autora la abogada Cecilia Muñiz, que escribió la contratapa, y el coro de la Sociedad de Jubilados y Pensionistas de Rosario dirigido por Patricia Echevarría.

Quienes quieran adquirir el libro pueden hacerlo en las librerías de Rosario. Y después podrán comentarlo con la propia autora cuando la encuentren en la calle o en el almacén. “Rosario es y será mi lugar. Aquí nací, crecí y crie a mis hijos”.