“Instrucciones para abrazar el aire”: estrena pieza teatral sobre nieta desaparecida

“Instrucciones para abrazar el aire”: estrena pieza teatral sobre nieta desaparecida

23/03/2022 23/03/2022

El sábado 23 de abril el Grupo de Teatro de la Biblioteca Rodó estrena en Juan Lacaze “Instrucciones para abrazar el aire”, obra del argentino Arístides Vargas basada en sus conversaciones con Chicha Mariani, fundadora de las Abuelas de Plaza de Mayo. En el elenco: la lacazina María Eleonora Pérez y el coloniense Julio López que también dirige.

Luis Udaquiola. Fotos: Mathias Medero

A fines de 1975, con tan sólo 20 años, Arístides Vargas se exilió en Ecuador debido a las persecuciones de la Triple A. En aquellos años en los países latinoamericanos abundaban emigrantes de distintas naciones que atravesaban dictaduras militares. En Ecuador conoció a la actriz Charo Francés, quien se convirtió en su esposa y compañera de oficio, y a otros artistas con quienes entre 1979 y 1980 formaron el grupo de teatro Malayerba.

A lo largo de estos años el grupo ha realizado más de 20 obras tales como Jardín de Pulpos, Pluma, La edad de la ciruela y Donde el viento hace buñuelos, entre otras, que se han representado en distintos países de América y Europa. Malayerba es considerado uno de los referentes internacionales más significativos del teatro latinoamericano.

La pieza Instrucciones para abrazar el aire es de 2013 y está inspirada en hechos ocurridos en La Plata. Nació de las conversaciones del autor con Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo y una de las víctimas del crimen de Estado perpetrado por las fuerzas armadas argentinas que se apropiaron de los hijos de las personas a las que asesinaban.

Hace 45 años en La Plata, la nieta de Chicha, Clara Anahí Mariani, desapareció en la casa de la Calle 30, donde sus padres tenían un negocio de conservas de conejos en escabeche con otros compañeros que hacían las veces de cocineros. La casa ocultaba una imprenta clandestina, en donde jóvenes activistas políticos arriesgaban su vida al circular un periódico militante en las conservas.

El 24 noviembre de 1976, más de 200 militares y policías irrumpieron en la casa acribillando a todos menos a la niña que raptaron. Chicha Mariani encabezó la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo hasta 1989. En 1996 fundó la Asociación Anahí y la presidió hasta su fallecimiento en agosto de 2018. Jamás tuvo noticias sobre su nieta.

Actor y director

Julio López tiene 60 años y vive en Colonia del Sacramento. Hasta su reciente jubilación trabajó como locutor de Radio Colonia. Nació en el barrio Tres Avenidas y ahora vive en El General. Está casado y tiene una hija llamada Edurné.

La vocación artística lo llevó primero al canto coral –“comencé a los 12 años y canté durante mucho tiempo”-, y cuando tenía 18 fue precisamente una compañera del coro municipal, la ex actriz Luisa Morelli quien lo invitó a hacer teatro.

Corría el año 1981. Si bien la dictadura no le afectó directamente, “si hubo compañeros que tuvieron que quedar en el camino y se reincorporaron luego que pasó. Decían: ‘nosotros damos un paso al costado y ustedes sigan’”. 

López se congratula de haber tenido “grandes maestros de teatro: quien me enseñó el abc fue el profesor Jorge Ángel Arteaga, ya fallecido, pero después tuvimos la suerte de hacer talleres y estudiar con Atahualpa del Cioppo, Nidia Telles, Antonio Baldomir, Juanito González Urtiaga; algunos se me escapan, pero mi gran maestro fue Carlos Aguilera, igual que de muchos otros actores del interior”.

El director Julio López explicó que la obra está escrita en tres planos: “los abuelos que cuentan la historia, los cocineros de conejos en escabeche, y los vecinos que miran por detrás de la ventana, y en cierta parte son responsables de lo que sucedió en la casa”.

Fueron años de mucho trabajo “donde tuve la suerte de hacer de todo e incursionar en todos los géneros: ‘si ustedes pueden hacer un sainete, después pueden hacer cualquier cosa’ nos enseñó Arteaga. Aprendimos a hacer Florencio Sánchez, un autor un poco olvidado hoy y a veces hasta denostado. ¡Y es tan difícil hacer Sánchez! tan difícil como hacer Ibsen por ejemplo. Aprendimos a hacer Lorca. Yo era como una esponja que absorbía todo. Fue una etapa muy efervescente en la que nos interesaba frecuentar cursos y talleres, y no parábamos: era maravilloso”.

Durante los años de 1990 muchos lo alentaron a dirigir, pero él demoró en aceptar. “Hasta que un día Fernando Maddalena, por entonces director de Cultura de la Intendencia, insistió y terminé dirigiendo una obra de Andrés Castillo que se llama No somos nada.Para mí fue una apertura de mente tan grande, porque descubrí que como director tenía imaginación, y eso es fundamental. Siempre digo, y lo digo con respeto, que un director sin imaginación es como un manco que quiere ser concertista de piano”.

Aquella experiencia lo convenció de dirigir, de estudiar para eso, y en 2016 fue convocado por el grupo La Farola. El primer título fue Aeroplanos de Carlos Gorostiza: “tuve la suerte de trabajar con Martín Cabrera, que ganó un premio Florencio, y con Bruno Gea. Fue maravilloso: la gente quedó como impactada. Después vino Los Guapos, una recopilación de cuentos de Juceca con el mismo elenco, que resultó una especie de trampolín para todos con premios en las bienales del interior y nominaciones al Florencio. Los premios no me quitan el sueño, pero a veces una palmadita en la espalda hace bien”.

En 2019 fue la vez de Crónica de un secuestro, “una obra dolorosa que removía las entrañas: hubo gente que no la soportaba y gente que le pareció maravillosa. Para nosotros fue una enseñanza que también nos trajo premios”.

A un mes del estreno

Para los últimos ensayos, López viaja a Juan Lacaze una o dos veces por semana. “Trabajar con María Eleonora y con el grupo de la biblioteca Rodó es un placer”, dice. Las luces y el vestuario están a cargo del también actor y director Andrés Leal, y la escenografía es sencilla: “Soy un director muy minimalista: no creo en el cartón pintado”, define.

Tanto López como Pérez ya estaban familiarizados con el texto desde el año pasado cuando La Farola pretendió montarlo junto a Bruno Gea en el papel que ahora asumió López, quien entonces solo dirigía. Aquel proyecto abortó y no solo por causa de la pandemia: “Las relaciones humanas son muy difíciles y en el teatro uno trabaja con la sensibilidad a flor de piel y a veces es necesario decir: ‘paramos un tiempo, después nos vemos’. Y pasó eso. No es que estemos peleados, pero sentimos que no funcionaba y decidimos bajar el proyecto”.    

Sintió “mucha pena porque Instrucciones para abrazar el aire es un texto al que le tengo mucha fe”, pero entonces “surgió la posibilidad de hacerlo en el Teatro de la Biblioteca Rodó”.

Ahora debió asumir dos roles. Para un director “es muy difícil estar adentro de la obra, pero lo puedo hacer porque cuento con una actriz como María Eleonora, cuyo trabajo creo que dejará al público de boca abierta cuando lo vea. Las actrices que pueden hacer lo que ella hace en esta obra, se pueden contar con los dedos de una mano”.

López descubrió el texto de Arístides Vargas hace dos años. “Es una obra difícil porque es muy profunda. Está escrita en un estilo literario que se llama greguería, un pensamiento filosófico escrito en forma de metáfora, entonces lo que uno se plantea como actor y director es cómo decimos esto”.

Según la investigadora de New York University, Leticia Robles-Moreno, “esta pieza es un poema latinoamericano, en el que el lirismo, el humor, y la presencia actoral están entrelazados para resistir, recordar, y continuar construyendo lazos de encuentro en nuestra historia compartida”.

Durante el proceso de lecturas y ensayos “llegamos a la conclusión de que nunca hay que interpretarlo: En mi propuesta el actor no debe actuar, sino dejar que la palabra te inunde y que el cuerpo hable solo. Cuando transitamos este trabajo conseguís cosas maravillosas”.      

López aseguró que “en ningún momento la obra resulta un panfleto, una actitud reivindicativa de nada: está escrita desde el dolor y por eso es transferible a lo que nos sucede cotidianamente cuando perdemos a un ser querido: descubrís que en cierta forma nunca se fue, está en el aire y a veces nos alcanza con un gesto, con un perfume, un olor para que vuelva el recuerdo y recuperemos a esa persona”.

Por supuesto “que tiene una lectura política, toda obra la tiene, hasta Caperucita Roja, pero no política partidaria”. El director aspira “a que venga mucha gente joven porque también contamos nuestra historia reciente. Es el tema de la memoria, del dolor humano, lo que nos pasa cuando nos toca vivir tragedias como esta”.

Para él y para Pérez “es difícil hacer todos los personajes: es como una maratón donde pasamos de los abuelos a los cocineros, y de los cocineros a los vecinos”, pero compensa el “homenaje a los que ya no están y a los que se quedaron llorando”.