Febrero amargo. Justicia aún no se expidió por muerte de jóvenes en Nueva Palmira hace siete años

Febrero amargo. Justicia aún no se expidió por muerte de jóvenes en Nueva Palmira hace siete años

12/02/2022 12/02/2022

El viernes 7 de febrero de 2015, los jóvenes Juan Ignacio Silva y Nahuel Duhalde recogían muestras de semillas de trigo en un silo de Fadisol, cerca de Nueva Palmira, cuando escucharon dos estruendos y en segundos una montaña de granos se les vino encima. El forense determinó que Silva, de 21 años, falleció por un golpe que le hundió el cráneo, y Duhalde, de 18, por asfixia. Aunque ya pasaron siete años, la justicia aún no se expidió. (Foto de portada: Daniel Rojas).

Luis Udaquiola

Un tercer operario que sobrevivió, declaró a la jueza Soledad Nin que pudo escapar porque estaba cerca de la salida, pero que sus compañeros fueron arrastrados al fondo de la fosa de varios metros de profundidad. La planta fue inhabilitada temporariamente mientras se buscaban los cuerpos y se pergeñaba la reparación de otro silo que también presentaba riesgo de derrumbe.

“El 6 de febrero es para nuestra familia como el 11 de setiembre para los Estados Unidos”, dijo el presidente de Fadisol, Carlos Foderé, quien se excusó de hablar con los medios y prometió un comunicado para aclarar varios puntos, informó El País, entre otros, que el silo colapsado aún “está dentro del plazo de garantía”.

Según esa crónica, el abogado de Foderé, Julio Basanta, dijo que Fadisol “quiere llegar hasta las últimas consecuencias: saber qué fue lo que pasó y tener respuestas para dárselas a las familias de los fallecidos”. Aclaró que Fadisol contrató la obra a Ciemsa, representante de la brasileña Kepler y Weber en régimen de llave en mano, y que esta realizó todo el montaje.

En 2018 una investigación exclusiva de BBC News Brasil reveló que desde 2009, al menos 106 personas murieron en silos de granos de ese país, la mayoría después de quedar enterrados.

La noticia más dolorosa

Aquel día la única hermana de Juan Silva, Fernanda, estaba de vacaciones en Atlántida con su esposo, que también trabajaba en Fadisol pero estaba de licencia. “Cuando ocurrió yo estaba embarazada de cuatro meses de mi hija mayor y teníamos acordado que él sería el padrino”.

Juan Ignacio había ingresado a Fadisol en 2014 y cuando el silo colapsó no hacía mucho que se habían mudado a Nueva Palmira. Ambos y su madre, que falleció ocho meses antes por muerte súbita, son oriundos de Florida aunque Fernanda estudió en Montevideo y luego vivieron un tiempo en Carmelo donde Juan concurrió al liceo.

A la única hermana de Nahuel Duhalde, Leonela, la llamó una vecina de su madre a Buenos Aires adonde vive desde que tenía 18 años. “Me habló muy rápido: ‘venite, venite que Nahuel quedó atrapado en las semillas’. Entonces empecé a llamar a todo el mundo y nadie me contestaba, hasta que atendió el papá de un amigo de mi hermano”.

Eran como las nueve y la lancha de Cacciola recién salía a las 17 horas. “Llegué a averiguar el precio de un remise, pero una tía me aconsejó que no me precipitara porque aún no habían encontrado los cuerpos. Me fui con lo puesto y fue el viaje más largo de mi vida”.

Nahuel Duhalde tenía 18 años cuando murió. «Sabíamos que si uno precisaba del otro ahí estaríamos» recordó Leonela, su única hermana. «Siempre apoyándonos, hermanos pero también amigos y confidentes».

Duhalde trabaja en una empresa como administrativa desde hace diez años, y está agradecida porque siempre se sintió acompañada, tanto cuando su hermano falleció en 2015, como cuando sufrió un accidente de moto en setiembre de 2014 que lo mantuvo en terapia intensiva durante un mes.  

Familias diezmadas

“Mi papá está en Florida y allá también vive el hermano de mi mamá, que además de tío es mi padrino, su esposa y primos, pero hasta que todo se desmoronó mi familia eran mi mamá y mi hermano”, explica Silva que ahora tiene 34 años. “Éramos muy unidos, y la muerte de mamá nos unió aún más”.

En octubre de 2015 Silva se casó con Matias Bogliacino. Su hija mayor se llama Anna como su madre, y el menor, Juan como el tío que no conoció. “Quienes lo conocieron saben que era un ser increíble, hermoso, un ser lleno de luz; era también mi mejor amigo, mi vida, mi todo. Si bien nos llevábamos cinco años hacíamos todo juntos”.

La familia Duhalde proviene de Buena Vista, una zona de montaraces entre Nueva Palmira y Dolores, y muchos de sus miembros padecen, como la mamá de Nahuel, una pérdida progresiva de masa muscular a partir de los 40 o 50 años.

“Somos hijos de mamá soltera”, cuenta Leonela, “mi mamá trabajó toda la vida para que nunca nos falte nada”. Siendo ocho años mayor que Nahuel, “desde que nació lo cuidé y lo protegí como la hermana mayor que fui, y a veces diría como una madre”. Ahora tiene 30 años.

“Cuando me vine a Buenos Aires con 18 años, él tenía diez. Fue un golpe fuerte y al principio le costó, pero yo viajaba seguido y después por suerte lo superó. Y cuando llegaron los celulares y el watsapp la comunicación mejoró mucho”. 

Fue al liceo y tenía algunas materias pendientes de aprobación. “Justo ese año había pensado en reanudar en el horario nocturno junto con un primo. Si hablás con sus amigos te dicen que él era más bien un hermano. Tenía una barra que siempre se mantuvo al pie, y amaba el futbol: cuando tuvo el accidente en la moto lo primero que le preguntó al cirujano fue si podría volver a jugar”.

La madre y la abuela, que tiene más de 90 años, continúan viviendo en la casa que habitaban en 2015 y donde Nahuel construía una pieza para él en la época de su muerte.

Un grito de “Justicia”

Para el 6 de febrero de 2018, tres años después del accidente, Duhalde junto a su familia y algunos amigos de Nahuel organizaron una movilización por justicia en la Plaza Treinta y Tres de Nueva Palmira. Lo ideal hubiera sido involucrar a la hermana de Juan Silva, pero en aquel momento la comunicación entre ambas fue confusa y no se entendieron.  

Carlos Foderé de Fadisol estuvo en el acto y “al ser abordado por El Eco deslindó responsabilidad de la empresa por la muerte de ambos jóvenes. ‘Expreso mi solidaridad con la familia de los chicos’. Dijo sumarse al reclamo de ‘justicia’ por Nahuel y Juan, y teniendo presente ‘que estamos en el mismo barco’, por los daños económicos de la empresa. Responsabilizó de todo a Kepler-Weber, de acuerdo a ‘los peritajes’ técnicos”.

Reclamo de justicia organizado por la familia Duhalde el 6 de febrero de 2018 en Nueva Palmira. «Esperamos que esta tragedia sea un punto de partida para la creación de un organismo que realice controles», pidió Leonela. (Foto: El Eco).

Duhalde recordó que cuando su abogado le preguntó si aprobaba la presencia del empresario, “le dije que por tratarse de un lugar público no podía prohibirle, pero que no le garantizaba que la gente lo fuera a mirar bien. A mi mamá no le gustó mucho”. Respecto de sus pérdidas, “obviamente no son comparables a la mía, porque yo no la recupero jamás, y la de ellos sí porque lo que ellos perdieron fue plata”.

La proclama que se leyó aquella noche establecía que “el colapso se debió a un error de cálculo en el diseño del silo, y si bien las empresas demandadas intentaron responsabilizar a las víctimas por un eventual error de manipulación, de la prueba producida en los expedientes tramitados quedó demostrado irrefutablemente que los trabajadores actuaron en forma correcta”.

Y concluía: “Hoy queremos expresar que la herida aún no cierra, aún no sana. Porque perder a alguien que quieres es perder momentos, es perder fragmentos de tu vida, es perder tu día a día, es perder futuro. Y por quien se fue injustamente, se hace justicia”.  

Ciega y lenta

Según el poeta y escritor inglés Walter Savage Landor, “la demora de la justicia significa injusticia”.

Después de siete años hay un desgaste natural. “Si al dolor lógico y humano que significa la pérdida de un ser querido, se suman siete años de padecimiento, lejos de ser una solución la justicia lo que ha hecho es agravar ese dolor”, reflexiona el abogado Enrique Erramouspe, representante de la familia Silva.

“Si bien las víctimas debimos ser las primeras en atender, quedamos relegadas por la desidia entre dos empresas grandes”, resume el doctor Carlos Carle, defensor de la familia Duhalde. Ambos penalistas han trabajado juntos en los últimos años y mantienen un buen relacionamiento. 

Durante siete años el juzgado letrado de Dolores acumuló un expediente de ocho o nueve piezas que supera las 2.500 fojas. Salvo en el actual período a cargo del juez Dany Atahides, Erramouspe entiende que anteriormente se produjeron dilaciones.

Ahora “no hay más pruebas para diligenciar y tenemos mucha esperanza de que exista un pronunciamiento de fiscalía estableciendo responsabilidades para cada uno de los involucrados”, dijo.

El abogado informó que la última comparecencia de los empresarios brasileños fue en diciembre, “amparada por una normativa internacional que les aseguraba que no serían detenidos ni en el momento de la declaración ni después”. Además contó con “el apoyo de una traductora y la presencia intimidante de varios guardaespaldas”.

Juan Ignacio Silva tenía 21 años cuando murió. Cuando se conozca el fallo judicial «no vamos a extrañarlo menos, pero estaremos un poco más tranquilos», reflexionó Fernanda, su única hermana.

Al mismo tiempo se han iniciado juicios civiles cruzados: “las dos familias contra todas las empresas involucradas -que deben culminar con las correspondientes indemnizaciones-, y un litigio entre Fadisol y la brasileña Kepler y Weber en Montevideo”.

Erramouspe explicó la demora por la cantidad de “pericias y testigos”, aunque reconoció que también “todas las empresas han hecho su juego jurídico para tratar de dilatar las actuaciones: siete años de demora para una resolución de esta naturaleza es un verdadero despropósito”, concluyó.

Para el doctor Carle, la prueba respecto de la responsabilidad de Kepler y Weber es categórica: “las pericias técnicas tanto de Bomberos como de la Facultad de Ingeniería y la Inspección General de Trabajo, son absolutamente lapidarias respecto de un mal cálculo en la construcción de los silos, pero también de fallas estructurales y otras negligencias que involucran a otras empresas”.

Originalmente una pequeña herrería fundada por los hermanos Kepler en 1925 en Panambi, Rio Grande do Sul, la empresa asumió la denominación Kepler y Weber al transformarse en sociedad anónima en 1963. Siempre dedicada a la producción de maquinaria de limpieza y secado de cereales, abrió una nueva sede en Campo Grande en 2004, trasladó su sede corporativa a San Pablo en 2013, y actualmente es el mayor productor de sistemas de almacenamiento de granos.

En el ámbito civil, el proceso “también ha sido una odisea y recién ahora recibí un llamado para intentar un arreglo reparatorio, un acercamiento aún sin luz verde”. Sobre el plazo que resta para una resolución Carle dijo que prefiere no arriesgar: “En estos siete años han cambiado varios jueces y fiscales: los últimos que se designaron parecen tener mucha fuerza, pero heredaron un mamotreto que no es fácil”. No obstante, cree que “tienen más que elementos suficientes para imputar responsabilidades”.

Ausencia renovada

Este lunes 7, al cumplirse siete años de la muerte, las hermanas de ambos jóvenes publicaron cartas en redes sociales que también enviaron a la prensa.  

“Los involucrados se pasan la culpa de unos a otros: empresas grandes que se dicen prestigiosas como Fadisol, Ciemsa, Keppler Weber Industrial y Mendisa, lejos de buscar soluciones para aplacar tanto dolor lo único que han hecho es demorar las resoluciones judiciales con largos juicios civiles y penales”, lamentó Silva. “Espero que se haga justicia y que en breve todos los responsables de la muerte de mi hermano y de su compañero terminen en prisión”.

“Hace unos días soñé que llegabas de sorpresa a visitarme, y que nos dábamos un abrazo tan fuerte que nos reconfortamos por esas heridas que tenemos de no poder estar juntos”, escribió Duhalde. “No sé si te lo habré dicho lo suficiente, pero te amé, te amo y te amaré de una forma que no sabría explicar … creo que no supe expresar muchas veces la forma de decirte cuánto te amaba”.

Varios amigos y vecinos de las víctimas y de sus hermanas publicaron comentarios. “¿Será que para algunos la vida no vale nada?”, preguntó María Paula Guerrero, amiga de Silva. “Empresas de mucho prestigio internacional, pero de poco prestigio moral que se cagan en el sufrimiento de una familia, dilatan juicios y se van pasando la papa caliente de unos a otros. Me da mucha tristeza que sigan pasando los años y este pedido de justicia siga quedando en el olvido. Ayer fue Juan, mañana puede ser tu hijo/a, sobrino/a, tu vecino, no dejes que este reclamo se apague”.