Alejandro Germán: «Soy un soñador que envejeció soñando»

Alejandro Germán: «Soy un soñador que envejeció soñando»

12/10/2020 12/10/2020

(Entrevista publicada originalmente en abril de 2007). «Pajaritos revoloteando en la cabeza», así, sencillamente, define Alejandro Pedro Germán Assandri (83 años, «hincha sufrido de Nacional», según declara) su noble oficio de escritor que le ha permitido transitar por diversidad de caminos dentro y fuera del país.

Luis A. Carro

Nacido en el Real de San Carlos -zona suburbana de Colonia- el 21 de setiembre de 1923, su infancia y juventud transcurrieron apegadas al campo, en una finca próxima al kilómetro 181 de la ruta Nº 21. Si bien desde niño ya mostró sus cualidades en el manejo de la palabra, fue recién a los 40 años cuando «me tomé en serio esto de la poesía» -confiesa- y se animó a mostrar en sociedad sus textos para recoger, de inmediato, la aprobación popular.

De ahí en más ha venido desarrollando una incesante actividad que fue reconocida en febrero de 2007 por los ediles de la Junta Departamental coloniense. Un mes después fueron músicos y cantantes quienes le testimoniaron su gratitud, a la vez que impulsan ante las autoridades una iniciativa para declararlo «Vecino Ilustre». A pesar de todo esto, la mayor parte de su producción literaria permanece inédita.

Si un día se sentara a confeccionar su currículum -cosa que, por cierto, no le preocupa- Germán tendría que anotar los 70 premios obtenidos en certámenes literarios, el viaje que en 1999 realizó a La Habana (Cuba) para participar en un encuentro de escritores latinoamericanos y los títulos de los tres únicos libros que, por ahora, cuenta en su haber: «Por qué te canto, Colonia» (1995), «Del Paraguay Heroico», y «40 Poemas y uno más» (2006), éstos dos últimos presentados en la 1ª Feria del Libro que se realizó en noviembre del año pasado en el Teatro Bastión del Carmen.

Para conocer más de su vida y de su obra, «LA VOZ DE LA ARENA» conversó con él al término de su espacio semanal en la emisora local Claridad FM, en el que difunde poemas y canciones.

– Yo nací en el Real de San Carlos, a la vera de la calle que hoy lleva el nombre de mi abuelo, Tomás Assandri. Después mis padres se separaron y se hicieron cargo de mi crianza mis abuelos paternos. Con ellos pasé la infancia y adolescencia en el campo, sobre la ruta 21 (kilómetro 181) a unos 5 kilómetros de distancia de Colonia del Sacramento. Ya de mayor me afinqué en la ciudad y entré a trabajar en la Jefatura de Policía, en 1946. Hacía trabajo administrativo. Comencé como auxiliar y terminé con el cargo de comisario.

¿Cómo fue tu experiencia rural?

Muy pintoresca. En la zona donde vivía, había dos comercios, dos almacenes. Uno era almacén y despacho de bebida y era de mi padre. El otro era del marido de una tía. Allí recogí muchas experiencias del ambiente de boliche, con sus personajes y las infaltables mesas de truco.

(«…Así era mi pago hace ya tiempo/ cuando yo era pichón y me arrimaba/ hasta el borde del nido, cauteloso/ tentando en alcanzar la primera rama/. ¡Cuántos sueños llevaba en mi equipaje/ el día en que por fin emprendí el vuelo/ dejando atrás vivencias y paisajes/ donde cunearon mis primeros sueños…» De Mi Pago, 1994)

LA MAESTRA QUE LE INDICÓ EL RUMBO

¿Fue en esa época que hiciste tus «primeras armas» como poeta?

Mirá, yo empecé a escribir de muchacho. Tenía pajaritos revoloteando en la cabeza… De niño me acuerdo que en la escuela una vez se me ocurrió escribir una especie de historia. La escribí en una libreta de quiniela clandestina que se llevaba en ese tiempo. Se me ocurrió algo de un pizarrón que había quedado afuera del salón de clase y la lluvia borraba lo que en él estaba escrito… Para mi edad era bastante interesante. Era un cuento y a la maestra le gustó mucho.

También tenía otras habilidades creativas. Por ejemplo, había un día en la semana que en la escuela se hacían labores, manualidades. A mí me consiguieron plasticina y hacía bustos. Pude ser escultor. Me acuerdo que en casa tenían un busto de un santo, San José, y yo le hice una réplica del rostro que llamó mucho la atención.

Pero volviendo a la poesía, los primeros versos los escribí en broma, muchas veces -ya de más grande- para ser leídos en despedidas de soltero… Me tomé en serio lo de escribir recién a los 40 años, cuando la maestra Angela Pinasco leyó unas cosas mías y las publicó en su espacio «El rincón de la rima» en el periódico La Colonia.

«Mirá que lo tuyo sirve», me decía. Y al ver los textos publicados me fui entusiasmando. El primer poema que escribí decía: «Para cantarle a los campos/ hay que haber nacido en ellos/ y haberse criao como el tala/ nutriéndose en los potreros»/. Ese poema dio lugar a que alguien lo contestara con otro poema firmado con el seudónimo «El Indio Carranza». Ese poeta que me respondió, Luis, era tu padre.

Director de Cultura de la IMC (2007), Fernando Maddalena, junto a Germán en el Teatro Bastión del Carmen.

Un día se me dio por mandar unos trabajos a un concurso folklórico en Salto, en el verano de 1966. Mandé un cuento y un poema. Me enteré después por radio que habían sido premiados los trabajos, uno con un segundo premio y otro con una mención especial. En cuento, el que obtuvo el primer premio fue un señor Baridón, de Juan Lacaze.

Después de dar el primer paso, aquello de Salto me embaló. Gané varias veces premios en el concurso literario «Hermana Cecilia» que se hacía en San José. En Colonia gané un concurso que organizó el periódico Orientación y así seguí, hasta ahora, sin parar.

EL GENERAL QUE «LE ABRIÓ LOS OJOS»

(«Vas despertando, Patria: la mañana/ como preludio de la gran jornada/ vuelca sobre tu tierra liberada/ el sortilegio de tu luz temprana/ Despierta, Patria, que no ha sido vana/ la sangre por tus hijos derramada; / ¡mira cómo fulgura acrisolada/ en cada aurora nuestra, americana! «- Alborada)

Dentro de tu extensa producción literaria hay todo un capítulo especial de poesía comprometida con la realidad social y política del Uruguay y de América. Supongo que esos textos te habrán causado algún que otro dolor de cabeza habida cuenta de tu condición de funcionario administrativo en Jefatura de Policía de Colonia.

A mí se me respetó siempre, pero, claro, como yo trabajaba en la Jefatura había que tener mucho cuidado. Recién ahora sé que sobre mi persona había una cierta discreta vigilancia por mis ideas. En política mis orígenes fueron blancos porque en aquella época a los 12, a los 15 años ¿qué iba a elegir? o blanco o colorado. O de Peñarol o de Nacional… Me gustaban los blancos independientes porque mis tíos eran de ese sector y además a esa edad la palabra «independiente» me sonaba lindo… Después en 1971 adherí al Frente Amplio

Llegaste a tener un vínculo muy interesante con el general Líber Seregni…

Sí, con él mantuve una muy linda comunicación. Lo conocí en Colonia y le escribí una carta en la que le decía que lo consideraba «el mojón del medio» del rancho, el que apuntala toda la armazón… Para mi modesto entender él era «el mojón del medio» del Frente Amplio. Eso le gustó y me contestó inmediatamente. Recibió la carta el día de su cumpleaños y me respondió diciendo que era «el mejor regalo» que le habían hecho. A esa carta de Seregni la guardo como un tesoro.

¿Durante la dictadura sentiste la presión de la censura sobre tu poesía?

En época de la dictadura mis poemas no fueron censurados. Era yo mismo el que me inquietaba ante muchas de las cosas que escribía y decía «No, esto no lo puedo mostrar»…La autocensura se ocupó de frenarme muchas veces. 

EL POETA QUE SIGUE MIRANDO LEJOS

¿Tu poesía actual de qué se ocupa?

No cambian nunca los temas… Hubo un periodo que escribía «Garufa y yo» para el periódico Noticias, donde en décimas conversaba con mi perro (el Garufa) y me ocupaba de asuntos de la política departamental, de la Intendencia. Eso cumplió su ciclo. Después lo seguí un poco más cuando un amigo, el periodista Fredy González, sacó su revista («González»). Y después el «Garufa» se quedó quieto, pero puede volver… Yo ahora estoy revolviendo papeles y encuentro tantas cosas que me parecen mejores de lo que creía en un primer momento.

Tu poesía está desde hace unos cuantos años muy ligada a la música. ¿Cómo se fue dando ese vínculo?

Soy un enamorado de la música de distintos géneros. Por ejemplo, un texto mío que canta Néstor Velázquez (N.de R.: cantor oriundo de Miguelete) se basa en una antigua música rusa pero la historia que cuenta está ambientada en el paisaje coloniense. Hace poco recibí una llamada telefónica de Nancy Ramos (Freda), una señora que trabaja la temática aborigen. Ella tenía textos míos dedicados a los charrúas y me llamó para contarme que el grupo «Los del Yerbal» se habían interesado y me pedían permiso para musicalizar esos poemas. Otro vínculo con la música es que toco el piano. La guitarra, no, nunca pude, porque me dolían los dedos al tocar.

En febrero de este año los ediles de la Junta Departamental de Colonia te recibieron en sala para homenajearte por tu trayectoria poética. En esa oportunidad, resolvieron financiar un nuevo libro con material de tu autoría. ¿Podrías adelantar a los lectores de LA VOZ DE LA ARENA de qué va a tratar esa publicación?

Bueno, primero corresponde agradecer a la edila Marita González, de la bancada del Frente Amplio, que fue la que impulsó la iniciativa de homenajearme en la Junta Departamental. En cuanto a ese nuevo libro, me gustaría publicar -para no cansar a la gente con poesía- algunos de mis cuentos. Yo tengo una docena de cuentos premiados y ahora los estoy recopilando.

Por último: en alguna oportunidad escuché que te preguntaban cómo te definirías desde tu condición de escritor, y respondiste: «Yo soy un soñador que envejeció soñando».

Claro que sí. Esa es la mejor definición de mi persona… Y sigo soñando, a veces con achaques, a veces con disgustos. Me preocupa América, porque todas estas corrientes independentistas que se están viendo ahora en varios países, al Norte le molestan. Yo creo que de no haber sido la guerra en Irak, que tiene a Estados Unidos metido hasta el pescuezo, no se si no le hubieran echado el guante a América. Tengo miedo por lo que está pasando entre Uruguay y Argentina por las papeleras. Nos hacen enfrentar, nos crean problemas a través de los medios. Siguen los imperios dividiendo y enfrentando a los pueblos, y eso me inquieta.

(«Algún día -esperanza milenaria- / la raza humana sumirá en endechas/ sus desencuentros, sus marginaciones / sus bastardas pasiones y sus guerras / y entonces consagrado / el imperio del bien sobre la tierra / cada guarania habrá de ser un himno / que cantará en historias y en leyendas / más allá de fronteras y de límites / el numen secular de nuestra América! – La Guarania, 1999).