
Maracaná. El gol coloniense que acabó con una sequía de 26 años
15/07/2020Los 70 años de la final del Mundial de 1950 que se cumplen este jueves, se celebran reviviendo los goles de Schiaffino y de Ghiggia. En Colonia es igual, pero se agrega el que hizo el lacazino Daniel Torres sobre el mismo arco en 1976 y terminó con 26 años de sequía. Recordamos su trayectoria publicando esta entrevista de Lucas Silva de octubre de 2005.
Por entonces Torres era “un zurdo que tenía una mano en el pie, y ponía el balón donde quería”, según su compañero de selección y luego del Club Nacional, Hebert Revetria.
Aquel 28 de abril, durante la disputa de la Copa Atlántico, Torres sacó un tiro desde afuera del área por el lado izquierdo del ataque y Jairo, el golero, no pudo contener: entró en el ángulo. “Es el recuerdo deportivo más hermoso que tengo”, reconoció este martes. El relator Víctor Hugo Morales le había pedido que convirtiera uno para gritarlo, y “tuve ese disco hasta no hace mucho”.
Ahora está jubilado. Vive en Salinas desde hace diez años -su esposa trabaja en Atlántida-, pero viaja con frecuencia a Montevideo y a Juan Lacaze donde viven sus hijos. De hecho, pasó el ‘día del padre’ en Juan Lacaze y aprovechó para ir al cementerio “a charlar un poco con el viejo”.
Torres tiene siete nietos y a veces le pide a Nico, el mayor, que ingrese a youtube: “¡Vamos a ver el gol del abuelo en Maracaná! en pantalla grande, porque siempre lo miro en el celular”. En diciembre cumplirá 70 años.
“Vivo uno de los momentos más felices de mi carrera”
(Entrevista publicada originalmente en La Voz de la Arena en octubre de 2005).
El entrenador del Deportivo Colonia nació en Juan Lacaze el 28 de diciembre de 1950. Vivió en el Barrio Charrúa hasta los ocho años, y luego se mudó con su familia para Villa Pancha, hasta que a los 24 años fue convocado por Danubio. Ahora como técnico, disfruta de una de las campañas más importantes realizadas por un cuadro del interior del país. Entre la ilusión y la mesura, Torres conversó sobre sus comienzos futbolísticos, Danubio, la selección uruguaya, el fantasma del descenso, las ilusiones de ser líder, y el siempre presente Campeonato de los Barrios, entre otros temas.
Lucas Silva
- ¿Cuáles son tus recuerdos de la niñez y adolescencia en Juan Lacaze?
- Muchas cosas. Es imposible no comenzar por las chimeneas echando humo, toda mi familia trabajaba en las fábricas, tanto en Campomar y Soulas como en la Fábrica Nacional de Papel. Mi padre se jubiló con cuarenta años de trabajo y tengo a mis hermanos, tíos y primos que todavía viven en Juan Lacaze. Considero que tuve la suerte de crecer en el pueblo, por los grandes amigos que hice y por las cosas que aprendí. Tengo hermosos recuerdos de los grandes bailes en el Cyssa, la Agremiación y el Náutico; los corsos, carnaval, las murgas, los desfiles y las guerras de agua. Juan Lacaze era un paraíso. Aunque es claro que siendo un lindo pueblo, pienso que ahora no es lo mismo y que el cierre de Campomar significó un quiebre.
- ¿En qué equipos jugaste en Juan Lacaze?
- Mis primeros contactos con el fútbol fueron en el Club Atlético Independiente, donde jugué varios años al baby fútbol, que además arrancaba por esos años. Me acuerdo que jugué en el primer campeonato de baby fútbol que se hizo en Juan Lacaze, y se jugó en la Plaza de Deportes. Lo organizó el profesor Oscar Lovisetto junto a su padre, y nosotros teníamos un equipo que podríamos calificar de “cinco estrellas”, entre ellos estaba Jorge “Bocha” Bidegaray. Después empecé a jugar en la primera y también en la selección de Juan Lacaze, junto a Héctor Morales Fuentes, el popular “Ronco”. En 1969 tuvimos la suerte de representar a Colonia en la Liga del Litoral con la selección, y unos años después jugué otro litoral pero con Nueva Helvecia.
- ¿Integraste también otros equipos del departamento?
- Si, de Independiente pasé al Lito de Carmelo, junto al “Pocho” Wagner ahora fallecido. Después pasé a Central de Colonia, donde estuve dos años. Ahí jugaban también dos lacazinos: un muchacho Velázquez y mi hermano Oscar, conocido como “el Conejo”. Esto fue en 1973, y al año siguiente pasé a Uruguayo de Nueva Helvecia, un cuadro que estaba en la categoría B y después ascendió.
- ¿Qué te aportó el fútbol coloniense de esa época?
- Siempre cuento que por esos años me di cuenta que el fútbol no es solamente correr, sino que también es necesario pensar. Por ejemplo, Uruguayo era un cuadro muy humilde, tal vez como hoy el Deportivo Colonia, pero logramos armar un buen equipo y obtener el ascenso, tal vez enfrentando a cuadros con mejores individualidades. Por esos años me di cuenta de la importancia del trabajo y de la humildad para triunfar en el fútbol.
LOS PROFESIONALES
- ¿Cómo llegaste al fútbol de Montevideo?
- Estaba jugando un campeonato del Litoral, con la selección de Nueva Helvecia, que representaba a Colonia, y me llegó la convocatoria de Danubio, que en esa época tenía a Roberto Scarone como entrenador. Ellos fueron a Salto a mirar un partido entre las dos selecciones, y otro entre Colonia y Paysandú en el Parque Artigas de Carmelo. Anduve bien en esos partidos, y al poco tiempo me llamaron para jugar.
- ¿Sabías que te estaban observando?
- En todos los campeonatos importantes del interior del país hay directivos de los clubes de Montevideo. Fijate que la mayoría de los jugadores que están en Primera División provienen del interior. Los dirigentes siempre están en esos torneos, y en todo el Uruguay pasa lo mismo. Ahora tal vez no se hace tanto, pero igual se sigue haciendo.

- ¿Qué edad tenías cuando te llamaron de Danubio?
- Tenía casi 24 años, ya era bastante mayor, y mirá lo que son las cosas: uno de los dirigentes que me llamó fue el “Palillo” Bianchini, que después vivió en Juan Lacaze. “Palillo”, que falleció hace poco, fue para mí un verdadero amigo, que me ayudó y acompañó muchísimo en esos años. Después de probarme, la gente de Danubio me aceptó y pensó que podía ser el número 10 del cuadro, a pesar de que me veían un poco pasado de kilos para esa posición. Igual firmé el contrato, y después de ocho años trabajando en la Fábrica Nacional de Papel, renuncié y me dediqué de lleno al fútbol. La verdad que valió la pena jugársela porque vino enseguida una etapa muy linda en mi carrera: dos años en Danubio, selección uruguaya, incluyendo un gol contra Brasil en Maracaná y en el mismo arco que hicieron los goles Schiaffino y Ghiggia en el Mundial de 1950, y todo eso me pasó dos años y medio después de estar jugando un Campeonato de los Barrios en Juan Lacaze. Me parecía mentira.
- ¿Te costó la adaptación a Danubio?
- No, para nada, me adapté muy rápido. Siempre me gustaron “las luces del centro”, como se dice, y además Montevideo es una ciudad que toda la vida me gustó mucho. Solamente sufrí un poco con la adaptación física, pero tuve la suerte de trabajar con un gran preparador físico como Esteban Gesto, un verdadero fenómeno, y me hizo bajar 18 kilos para estar a pleno. Hice por aquellos años en forma paralela una preparación física con el boxeador Carlos “Sapito” Alvarez, que se preparaba para pelear por el título sudamericano. Con este entrenamiento complementario llegué a la forma que me pedía Gesto.
- Desde una perspectiva de jugador, ¿qué destacarías de Danubio como institución?
- Danubio es un hermoso club, una institución que ha sido muy bien manejada, con dirigentes muy capaces, y con una característica muy especial: el que no juega de verdad al fútbol, en Danubio no tiene lugar. Es como algo propio del cuadro apostar siempre a jugar buen fútbol, y con esta “causa” me siento muy identificado. Es un estilo futbolístico que siempre me gustó y que apoyo totalmente. En Danubio aprendí que la pelota tiene que pasar por el medio de la cancha y los volantes, porque el cuadro que quiere jugar de verdad al fútbol, sale de atrás y pasa por el mediocampo.
- ¿Cómo siguió tu carrera como futbolista?
- De Danubio pasé al Monterrey de México, luego volví a Uruguay, y jugué en Nacional, Sudamérica, Rampla Juniors. En el medio estuve un período en Colón de Santa Fe, en Argentina, y finalmente en el Tanque Sisley, donde decidí retirarme del fútbol profesional, con 37 años. No te olvides que yo vine a Montevideo ya bastante maduro, entonces la carrera se me pasó volando. Un año después jugué en varios clubes del interior, entre ellos Vida Nueva de San Bautista, Atlántida Junior, y “colgué los botines” jugando en el Club Rodó, en el departamento de Soriano.
- ¿Muchos clásicos contra Fraternidad?
- Tuvimos dos, que por suerte ganamos. El que me llevó a Rodó fue don Héctor Cincunegui, un compañero muy querido. Tuve la suerte de salir campeón con Rodó, que era una de las cuentas pendientes que me quedó en Montevideo.
- ¿Qué impresión te dejó el fútbol mexicano?
- El fútbol mexicano siempre tuvo un poder económico muy importante, pero se caracterizaba por ser muy local, y de no ser, digamos, “exportable”. Esta situación cambió totalmente, y es como que el fútbol mexicano “abrió sus puertas”; incluso los clubes juegan la Copa Libertadores y otros torneos continentales. La preparación de los jugadores es más intensa que la que yo conocí, y tenemos un ejemplo con la selección mexicana Sub 17, campeona del mundo, que acabamos de ver. Tienen mucha infraestructura, y mantienen el poder económico que te decía, con el apoyo de empresas transnacionales, estadios llenos y todo un marco que te explica ese potencial.

ILUSION POR HACER HISTORIA
- ¿Cómo llegaste al Deportivo Colonia?
- A partir de una iniciativa de su presidente, Mario Vidart, que ya de antes me había planteado que estaba interesado en contratarme para dirigirlo. Esto no se concretó por diferentes circunstancias, entre otras cosas porque tengo otra actividad además del fútbol, soy funcionario del Palacio Legislativo. Este año fue posible porque tengo una licencia ordinaria, o sea que se dieron las condiciones para asumir un desafío tan lindo. Realmente me tira mucho la roja de Colonia, y además el Deportivo sale de Juan Lacaze. Asumí la dirección técnica en junio, en una etapa muy difícil para el cuadro, con pocos puntos en la tabla, pocos goles, y las cosas que no se estaban dando…
- ¿Cuánto pesó eso en tu decisión de asumir?
- Y, fácil no es, pero el fútbol es parte de la vida de uno, es lo que te hace vibrar. Yo vivo el fútbol con mucha pasión, antes adentro y ahora desde afuera de la cancha. Esa pasión es lo que trato de transmitir a los muchachos, que entiendan los estados emocionales que puede provocar este deporte y la adrenalina que genera. Eso es el fútbol. Ojo, que también es un arma de doble filo. La decisión de largar un trabajo en una fábrica y dedicarse al fútbol no es fácil, porque siempre está el riesgo de que no te vaya bien. Muchas veces hablamos de los que triunfan, pero no de los que quedan por el camino, y que intentan por todos los medios pero no llegan. Tengo quince años de trabajo como entrenador en el fútbol juvenil, y una de las cosas que más les digo a los botijas es que hay que seguir preparándose y no dejar de estudiar. Además, los que tienen la suerte de ganar mucho dinero con el fútbol son muy pocos.
- ¿Qué obstáculos enfrenta un equipo como el Deportivo Colonia, que además de ser uno de los llamados “cuadros chicos”, es del interior?
- Hay un montón de cosas. Está el tema de la preparación del equipo y la infraestructura que pueda tener. En nuestro caso ahora tenemos muchas comodidades, como hotel en Rosario, cuatro comidas diarias, locomoción; pero somos conscientes de que eso implica costos muy altos, y que muchas veces son difíciles de cubrir. En la alta competencia se manejan cifras muy importantes, y la directiva de Deportivo Colonia muchas veces debe hacer grandes esfuerzos para poder prepararse de acuerdo a las circunstancias.
- Haciendo además un trabajo honorario…
- Sí, claro, cada uno tiene sus propias actividades y compromisos. Por eso muchas veces es necesario tener paciencia y apostar al diálogo. Estamos bien, y somos conscientes de que tampoco pedimos nada fuera de lo común, porque es necesario tener cosas básicas para competir en igualdad de condiciones. En los últimos meses se han ajustado muchas cosas, y Colonia por suerte tiene la infraestructura que necesita un club como el Deportivo. No te olvides que acá mucha gente pone el hombro, como Nacional de Nueva Helvecia, Esparta de Valdense, Rosario Atlético y la Intendencia con el “Suppicci”, además de muchos otros.
- ¿Qué posición asume un entrenador frente al hecho inédito de ser uno de los punteros del Campeonato Uruguayo?
- Te aseguro que muy tranquilo y con los pies sobre la tierra, porque seguimos pensando que nuestro principal objetivo es escaparnos cada vez más del fantasma del descenso. Lo que venga después, será bienvenido. No te niego que estoy viviendo uno de los momentos más felices de mi carrera, que la gente te transmite su alegría y euforia y uno se emociona. Pero igual, despacito por las piedras.