Tiempos de forja. La mirada de Omar Moreira tras el triunfo del Frente Amplio en 2004

Tiempos de forja. La mirada de Omar Moreira tras el triunfo del Frente Amplio en 2004

12/06/2020 12/06/2020

(Publicado originalmente en La Voz de la Arena en enero de 2005). El formidable giro histórico del triunfo electoral del Frente Amplio, por voluntad de la ciudadanía –creemos que aún no se ha asimilado en toda su magnitud- nos importa abordarlo desde la perspectiva del tiempo. Más allá de las entrañables emociones, sentimientos y una serena alegría. Despojado en lo posible de la emotividad esbozamos una síntesis de este proceso de acumulación de fuerzas por determinados objetivos. Hecho único en el mundo. Lo decimos sin temor a equivocarnos.

Escribe Prof. Omar Moreira

Cuando acompañando al escribano Gerardo Bernardi descendimos de aquel cachilo Ford A, verde, cuadrado, el vecino apenas supo que lo invitábamos a una reunión para escuchar al general Líber Seregni, cortó todo diálogo: “Qué olor a estepa rusa”.

El Frente Amplio surge en Nueva Helvecia

Nació casi simultáneamente a los de las ciudades vecinas. En esos días se reunió en Rosario el historiador Oscar Bruschera –por el grupo de Marcha– con los que allí trabajaban en pos de lo mismo: el profesor A. Domínguez Alonso, Clemente Dalia, profesor Osvaldo Borras, maestro Artagnan D’Alessio, Julián Villaamil, maestra Vilma Martínez, de los que recordamos; y en Valdense el ingeniero Edgardo Gilles, maestro Omar Pita, Claudio Romano. También difundía la idea en las distintas ciudades el diputado de la 99 Enrique Martínez Moreno, además de los otros grupos de izquierda que trabajaban en el mismo sentido. Cabe recordar que en 1971 ya existían la Unión Popular y el Frente Izquierda de Liberación, integrados con los desprendimientos de los partidos tradicionales tanto del Colorado como el Blanco, que se nuclearon alrededor de los partidos socialista y comunista. Aquellos que votamos la UBD en 1958 –veníamos de los Blancos Independientes, cómo nos gustaba la consigna “frente alta y manos limpias” – y decepcionados comprobamos que dimos nuestro voto al herrero-ruralismo.

Por ese entonces los dirigentes de los partidos históricos se habían corrido hacia la derecha, a excepción del destacado ejemplo de W. Ferreira Aldunate y de Amílcar Vasconcellos del Partido Colorado que se desprendió de la lista 99 con el claro liderazgo de Zelmar Michellini, también A. Roballo y el blanco Francisco Rodríguez Camuso. Antes lo habían hecho E. Erro, A. Collazo, L. P. Bonavita, F. Espínola.

Para el país eran tiempos de crisis con la consiguiente gran tensión social, política, sindical. Huelgas, manifestaciones estudiantiles con muertos, Medidas Prontas de Seguridad de 1968 que llevaron entre otras cosas a militarizar a los bancarios.

En Nueva Helvecia, que no escapaba al fermento de las luchas sociales se fueron dando reuniones de grupos de los socialistas, comunistas, demócratas cristianos, la 99 e independientes. Muchos proveníamos de los centros de Educación, motivados por la oposición al autoritarismo creciente y en particular a la ley de Educación promovida por el doctor J. M. Sanguinetti (Ley 14.101) texto usado más tarde por la dictadura.

Omar Moreira junto a los también docentes Omar Esteban Pita (Valdense) y Alberto Domínguez (Rosario).

Aquel agrupamiento que luego se llamaría Comité de Base, se reunía primero en el local de la 808, de la Democracia Cristiana que habilitaba René Siniscalchi, luego en el galpón de J. Scanu y posteriormente en el galpón de la carpintería de A. Cabrera. C. Font, el primer secretario F.A. –aquellas actas debieron también llevarlas los vientos de la dictadura-, L. Campelo, C. Mendaña, H. Vera y el suscrito, llegábamos con “experiencia” de las luchas en el campo de la Enseñanza Secundaria.

Quisiera recordar a algunos de aquellos fundadores además de los nombrados, a sabiendas que fueron muchos más y cada uno agregará a otros y otros: Gerardo Bernardi, C. Leal, H. Helvecia Romano, R. Itce, Mario Dovat, E. Schüsselin, J. Scanu, J. Cánepa, A. Cabrera, Fredy García, Eugenio Egaña, Nine Curuchet, Aníbal Fernández, Negro Fernández… W. Predari, Oscar Bernardi (“el Cívico” )… Cañoncito Helbling, los muchachos de la Juventud Comunista (primeros clientes de los calabozos)… Flaco Berrutti, Medici … los carpinteros Reherman, Quintana… Dante Guerra y su Hotel del Prado –las fotos de la reunión con el General Líber Seregni se las llevaron los vientos de la dictadura- y El Cura Obrero Sebastián y Marta; y desde Cufré ese “Llanero Solitario” de Víctor Hugo Carvajal… y todos aquellos que se movían en segundo plano. Y de mujeres lideradas por “Chicha” Britos y sus parroquiales… Ena Viera…y todas las otras mujeres convertidas en “apoyo logístico”. Nadie, nadie pedía nada. Daban todo. Instantáneas de aquel proceso de acumulación de voluntades y de la creación de la cultura de la unidad.

26 de marzo de 1971

En la ruta 1 fuimos uniéndonos en caravana para confluir en Montevideo. Comenzábamos a sentir un entusiasmo nuevo y fuerte. Nos encontramos en la explanada municipal. En el acto inaugural que creíamos desmesurado porque cubría la explanada y parte de 18 de Julio – comparemos con el hoy- hablaron los grandes líderes: Z. Michelini –qué orador- R. Arismendi, J. P.Terra, Rodríguez Camuso, J.J. Crotogini, y cerró el general Líber Seregni con su ímpetu, solidez y claridad de conceptos. Creo que sorprendió a propios y extraños. Su magisterio llegó hasta su muerte, y aún después. Recibiríamos su impronta. No habíamos oído nunca tal contundencia de un cuerpo argumental, ideológico y con una emotividad que nos hacía retomar al artiguismo. Empezó un liderazgo que sentimos hasta hoy en día. Estos liderazgos no se hacen, se encuentran. Pero como en todo época fundacional, también aparecieron los símbolos: la bandera de Artigas izada por Otorgués, cuando entra en el Montevideo -desde entonces pasó a ser un orgullo- el F.A. : el cerro y la bandera ¿diseño de Espínola Gómez?, los cánticos, las consignas.

Informativo meteorológico a la mañana siguiente ¿la voz de Infantino? en radio El Espectador: “Frente Amplio cubre todo el país”. “Me corrijo, un frente fresco cubre todo el país”.

En la campaña política el propio General L. Seregni visitó varias veces a Nueva Helvecia –creo que fueron tres- y nos pedía contacto con productores y con la población del campo. Con todos. Por estratega sabía que era necesario que las ideas se difundieran en la gran población –no hablaba para élites-; quería que sus palabras no tuvieran barreras.

Para ese momento habíamos elegido muy bien el candidato a intendente de Colonia: al arquitecto Miguel Ángel Odriozola. No podíamos haber encontrado una personalidad de más prestigio.

En su gira por Colonia Suiza el general L. Seregni visitó el tambo de Gabriel Borras, la granja de Edy Fripp y la bodega Osark. No era una visita para convencidos ni ello significó un compromiso para nadie. Nos indujo a establecer el diálogo con la gente y a entenderla; relación que nos llevó muchos años aprender y entender. La comunidad para entender lo nuevo que nacía tomó su tiempo. Más aún porque se vivía momentos de un extremado apasionamiento.

Fue un proceso lento, como avanza todo lo colectivo. Y el tiempo de los pueblos no es igual al individual. Las ideas para hacerse carne necesitan tiempo y temple que le da la fragua de la realidad. Y la adversidad. Elaboración, prueba. Debe quedar claro también, que todos estos sectores integrantes del FA no estaban ligados a la guerrilla que era otra forma de lucha frente a la crisis y al autoritarismo. El general Líber Seregni separando las aguas, lo definió meridianamente: el “Frente Amplio es una fuerza pacífica y pacificadora”.

El autoritarismo del gobierno también era enfrentado por el vigoroso líder político que fue Wilson Ferreira Aldunate. Realmente un líder. En ese mismo 1971 triunfó como presidente Juan M. Bordaberry en un clima de opresión. L. Seregni escapó por milagro de ser apuñalado en Rocha en un verdadero atentado que cobró la vida de un niño.

En Nueva Helvecia circuló una “lista negra”. “Quienes traicionan la patria y la democracia merecen ser sancionados moral y económicamente. (…) “Los recuperables o arrepentidos que demuestren con su conducta su desvinculación definitiva al Frente Comunista”. Seguía una larga lista de docentes, profesionales, comerciantes, de la zona.

Pasada la elección, en los primeros días de diciembre en el Platense Patín Club, el general Líber Seregni nos explicó, en un discurso memorable que necesitábamos todos por la pesadumbre que vivíamos, por qué se había perdido la elección y que la lucha no tenía término. Lo ejemplificaba con la célebre frase de Bertolt Brecht: el que lucha un día es bueno, el que lucha dos es muy bueno y el que lucha toda la vida es imprescindible. Al término de aquel discurso esclarecedor nos quedó grabado para enfrentar los duros tiempos que vendrían: “Al final del camino una luz puntual nos espera”.

Omar Moreira, Líber Seregni y otras dos personas toman café en 1972.

Esa consigna nos animó por aquellos años de pacífica resistencia, a ella nos agarramos como a una tabla en medio del naufragio, en medio de la noche, porque se vino la noche y no para nosotros solamente. Fue una larga noche para todo el país.

Tiempos de plomo

Montevideo. Ómnibus 181. Completo. Nos vimos con un matrimonio de ex alumnos del liceo de Nueva Helvecia. Ella profesora. Nos saludamos con leve movimiento de cabeza. Al pasar junto a mí por lo bajo: “Mañana nos vamos para Venezuela”.

El 27 de junio de 1973 en un golpe de Estado el presidente J. M. Bordaberry disolvió las cámaras y comenzó la dictadura cívico-militar. Cívico también. No olvidarlo. Aquella madrugada la radio transmitía en directo desde el Senado de la República los discursos de los senadores: inolvidables los de W. Ferreira Aldunate, Z. Michelini, Juan P. Terra, Carlos Julio Pereira, F. Rodríguez Camuso, E. Rodríguez, D. Ortiz. Todo el Cono Sur y Brasil quedó bajo el signo de la dictadura.

En las calles de Nueva Helvecia, al otro día del Golpe de Estado se había instalado un pesado silencio e incredulidad. El miedo, la incertidumbre, y una suerte de parálisis. Mientras en el país y aquí también, como respuesta se cumplía la gloriosa huelga general y al final de la misma, la manifestación sindical y política al frente de la cual estaba toda la dirigencia de la Central de Trabajadores, el general Líber Seregni y José D’Elía y otros tantos dirigentes políticos y sindicales. Otros ya estaban en el exilio: Wilson Ferreira Aldunate, Enrique Erro, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz . Estos dos últimos pagarían con su vida y Wilson pudo escapar casualmente para convertirse en el exterior en un tenaz combatiente contra la dictadura.

La vida cotidiana se endureció. Cárcel, torturas, muertes, desapariciones. Prisión de militares constitucionalistas como el general L. Seregni y otros. Los libros del primero esclarecen tanto el momento nacional vivido.

Nueva Helvecia como sociedad sufrió la muerte de una espléndida muchacha, profesora de inglés y de literatura que fue Nibia Sabalzagaray Curutchet y de otro joven Julio Escudero sindicalista bancario aún hoy uno de los desaparecidos. Golpeó a dos arraigadas familias de Nueva Helvecia como a toda la comunidad. ¿Habremos hecho como sociedad la catarsis, la asimilación de estas tragedias?

Vivimos igual que muchos –muchos- las calaboceadas con las consiguientes humillaciones que significaban. Se dice que fueron unas 500 “entradas” teniendo en cuenta las numerosas repetidas. Los calabozos chicos llenos, el grande también ocupado. Vecinos por “pecado de opinión”, como si no hubiera perimido la vieja “causal” de “vagos y malentretenidos”. Hombres y mujeres. Otros pasaron por el “Cilindro” municipal de Montevideo. Funcionaba “la lista negra”. Isabel Artus, la directora del Liceo estuvo detenida 24 horas, de pie, en el calabozo chico. Si existieran aquellos documentos se comprobaría la magnitud de aquella secuencia.

Luego destituciones de profesores y maestros: ¿26 en la zona? Por orden verbal. Posteriormente el “sumario” y en lo personal la acusación de ser votante o integrante del FA. “Pero en ese momento era legal”. El “abogado” sumariante contesta: “Si hubieran ganado ustedes yo no estaría aquí”.

La exclusión: Si alguien era de izquierda exponía a toda su familia. El hoy médico, conocido como excelente profesional y persona, no pudo ser abanderado de la escuela, porque sus padres eran simpatizantes del Frente Amplio.

El miedo en 1974-75-76

“La niña sale de la escuela. Ve que baja por la calle de su casa el coche policial. Corre. Cae. Se raspa una rodilla.

– Ah!, está acá. Creí que se llevaban a papá”.

“A la noche golpean la puerta del frente de la casa:

-¡Golpean! ¿¡Quién será¡?”

Fueron años de resistencia, de paciencia: “si bajaron las aguas bíblicas cómo no van a bajar estas” pensaban los visionarios. Aislamiento, incomprensión y solidaridades. Tiempos donde aparecía lo peor y lo mejor de los seres humanos. Por la intemperie, entrañables solidaridades. Lo soportábamos a sabiendas que otros padecían mucho más. En lo personal tuvimos una invalorable suerte: pasamos juntos, en familia. Otras familias se habían desmembrado. Especialmente los jóvenes habían tenido que emigrar al exilio; los que pudieron.

“La vecina María Julia viajaba en la Onda dominando su llanto. Dice por lo bajo: Llevaron a Marisa, y Graciela con Dante y Delma se van para Buenos Aires. Al bajar se despedían en un silencioso nudo de abrazos. Sólo un momento”.

La mayor victoria, en lo personal, fue haber salido de aquellos tiempos, luego de haber bajado las aguas, sin un odio, sin rencor y con alegría. Para vivir con todos. Y en otros tiempos.

Por enumerar algunos hechos cívicos, públicos: aquel rotundo No a la proyectada reforma constitucional propuesta por la dictadura en el plebiscito de 1980. Un acto que se realizó en silencio, sin una provocación. Porque fue un Si a un modelo democrático. La gente había aprendido a entender las miradas, los gestos, a leer entrelíneas. Había aprendido a hablar por bajo. En el siglo fue uno de los hechos de ciudadanía más valiosos de este pueblo.

Cuando se veía clarear, una multitud asistió y vibró el 27 de noviembre de 1983 con la proclama del Obelisco leída por el célebre actor teatral Alberto Candeau. En el acto del “Río de la Libertad”, qué estremecimiento colectivo.

La liberación del General Líber Seregni el 19 de marzo de 1984 y su actitud de serena grandeza empezó a abrir el futuro. “Somos una fuerza de Paz”. Se plantaba, como verdadero líder y daba “línea” otra vez. Luego de 10 años de prisión volvía a marcar un rumbo. Retornábamos a sentir el valor de la “fuerza pacífica y pacificadora” y la “luz puntual” que esperaba al final de la jornada.

Los regresos. Las liberaciones de los presos políticos. Regresos de exilios: los niños primero. Reintegros a los cargos. Se sentía la reconquista de la democracia y pensar era casi imposible. Todas las sensaciones:

“Esto es una lluvia de estrellas” le oí resumir a una profesora.

Conservar el fuego. “Fue en la tarde del 10 de junio de 1985, en las puertas del liceo, una oportunidad de reconocer a profesores destituidos en ese mismo centro y saludar a aquellos que por vocación habían podido conservar el fuego bajo la escarcha”, publicó Moreira. Adelante: María Delia Miranda, representante de Raquel Arduin –en Italia-; ex director don Aldo Maurin -fiel batllista, pilar en el afianzamiento del bachillerato-, Nerita Bonnet, Nelson Viera. Segunda fila: Álvaro Bonnet, Margarita Costa de Ruiz, el propio Moreira, Antonia Quintana de Borras, Fernando Negrin. Presente, aunque no aparece en la imagen: María Quihillaborda. Ausentes: Carlos Mendaña, Alberto Domínguez (asumía como director en un liceo en Montevideo); Enrique Frey (diputado); Luis Queirós.  

Tiempos de emergencias y consolidaciones

“Estalló la paz”, Peloduro al firmarse la paz de la Segunda Guerra Mundial.

“Estalló la democracia” podíamos decir en 1985 al reingresar a los lugares de trabajo luego de diez años de destitución.

En lo personal pude volver a la Educación, especialidad para la que me había formado, al abrigo de lo conquistado por toda la sociedad, por una decisión política de toda la sociedad.

Volvía a una tarea pública privilegiada. Ese era mi lugar y tiempo para actuar públicamente. Este era mi “yo y mis circunstancias”. Me encontré con que el liceo era otro mundo. No en vano habían pasado diez años y los liceos se regían como en todo el país por el autoritarismo. Tenía que guiarme por el profundo sentido de política educativa para la democracia. Todo es político, aún aquellas posiciones que dicen que no lo son.

En ningún momento confundí mi actuar público con ello. En lo público he tomado la visión del bien general y con la mayor seriedad y responsabilidad he actuado. Como antes había actuado como profesor, lo hice como director del Liceo Daniel Armand Ugon, luego como inspector de Institutos y Liceos. Todo por concurso para llegar al máximo que se podía llegar sin apoyo extra.

El reintegro a la dirección del liceo Armand Ugon en la coyuntura de la salida de la dictadura fue enfrentar una tarea extremadamente delicada. El ámbito liceal era y es uno de los espacios más sensibles de la sociedad. No eran exigencias de orden docente solamente ya que implicaba correctas y respetuosas relaciones humanas y públicas; comprender los problemas emergentes hijos muchas veces de signos de la época y del lugar. Todos los días eran de prueba.

Fue entrar en un oficio de articulador entre todos aquellos que aún no habían salido de la dictadura y era necesario favorecer la creación de un espíritu libre, abierto, democrático. Vivimos un largo proceso de desalojar el autoritarismo e instaurar la autoridad basada en la confianza, en el diálogo, en la comprensión.

Fruto de esa experiencia colectiva y singular fue la publicación de Un Liceo Abierto, un libro que narra esa experiencia que nos cautivó a muchos. Porque fue un modelo construido por muchos actores y seguramente de todas las posiciones políticas partidarias. De muchos de aquellos entrañables compañeros aún hoy ignoro y no me interesa saber qué votaban.

La tarea era reconstruir, pero no repetir el modelo de los liceos anteriores. Significaba crear. Delicadísimo momento o punto de encuentro, aterrizaje de las utopías con la realidad. Hacer virar un poco, aunque fuera un poquito a una institución. Porque había cambiado de época y ello significaba “abrir la cabeza”.

Simetría de los tiempos

La vida política corrió por los carriles y descarriles que significaba con sus aciertos y falencias, según creo, una riquísima experiencia social y política.

El triunfo electoral del Encuentro Progresista acontecido a fines de octubre significa un giro de época.

Cada vez acumulaba más sectores de población como lo había planteado 33 años atrás, creaba confianzas a la vez que pasaba de ser idea a ser gobierno departamental e iba haciendo la experiencia de ello.

Hay tendencia que en la historia colectiva demora en manifestarse –siempre el tiempo individual es más reducido que el colectivo. Pasó de ser una fuerza testimonial a ser gobierno departamental de Montevideo en 1989 y la ciudad cambió y luego pretendería el gobierno nacional que se le iba aplazando.

Pero ese tiempo de espera también significaba aprendizajes de trabajos sociales, con organizaciones, en un repensar el país como un todo y a la vez un trabajo de descentralización. Ya no se detendría el avance por más intentos de hacer naufragar ese cambio histórico.

En el siglo XIX, en el accidentado ascenso por las cruentas luchas civiles, revoluciones, al Uruguay moderno, dictaduras, reformas, se demoró 33 años en la conformación de la democracia. Fue el otro salto histórico. A partir de la Revolución de las Lanzas de Timoteo Aparicio de 1870-1872 que los blancos se levantan en pos de la coparticipación y de la honestidad administrativa. Lograron los llamados departamentos blancos, y al fin comienza medianamente a tenérsele en cuenta. Hasta que ocurre la guerra sangrienta de Aparicio Saravia de 1904.

Por extraña simetría tiene lugar una modernización de Batlle que tenía en sus nutrientes ideas de avanzada, apoyándose en el viejo partido colorado que le da al país un Estado con un rol fundamental en la educación, salud, servicios públicos. Fue un modelo además de coparticipación. Se sobrevivió hasta que en las décadas de 1960 y 1970 comenzaron a gestarse estos nuevos tiempos.

Si bien no es seguro que decidiera la elección, la crisis permanente que se agudizó en 2002 incidió para “parir oportunidades” como dice la vieja afirmación atribuida a la sabiduría china. Pero lo fundamental fue la honda y prolongada acumulación de voluntades y experiencias que tuvo lugar en ese lapso.

Se instalan otros tiempos, otras demandas, empieza a ceder el Estado Nación y se ensayan nuevos lazos de integración ya “como una necesidad”. Otra coyuntura política, otra sociedad civil, otras organizaciones. Otra postura ante cosa pública. Deberá responderse. Es nuestro desafío.

“Que los elegidos estén a la altura de los electores” decía un viejo luchador.

Para estos cambios históricos cuánto hubo de entrega, de sueños de todo un pueblo. Voté por primera vez para hacer realidad los sueños de mis abuelos”, dijo la hija de un matrimonio amigo el día de la Elecciones Nacionales de 2004.

De estos Tiempos

Montevideo. Calle Rocha

– Carlos, usted dirá…

– Profesor, quiero que me acompañe en este segundo gobierno municipal.

– Usted sabe que no soy de su partido.

– Quiero que organice la Secretaría de Cultura. Tiene la más amplia libertad, aunque no sé si los recursos suficientes.

“Acompañé” -usando su término- al doctor Carlos Moreira Reisch en su segundo gobierno municipal de Colonia. Había sido mi alumno de literatura en los años liceales y de preparatorios. “El mejor alumno” como le decía don Francisco Siniscalchi con aquella socarronería suya, cuando fuimos a verlo para que culminara el cuadro de Los Fundadores y darle el destino que se le dio.

Tuve efectivamente la más amplia libertad y reconozco y valoro su coraje político. De estos tiempos singulares hablaremos en otro momento.

En noviembre de 2017, tres meses después del fallecimiento de Omar Moreira, el concejo municipal de Nueva Helvecia autorizó en su homenaje la plantación en la Plaza de los Fundadores del ceibo que Tabaré Vázquez le obsequiara a él y a José Manuel Arenas, como representantes de las generaciones fundadora y emergente del Frente Amplio, en el cierre de la campaña de 2014.