
Hugo Barretto: «Cultura solidaria y de trabajo de Juan Lacaze permea hacia las generaciones más jóvenes»
19/09/2018Testigo por casi 30 años del declive industrial en Juan Lacaze y ex asesor de los sindicatos textil y papelero, el abogado laboralista Hugo Barretto destacó la «cultura solidaria y de trabajo» de los lacazinos, y evaluó que esta «tiende a permearse hacia las generaciones más jóvenes que además se perciben como mejor formadas que las anteriores».
Barretto es profesor titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de la República (Udelar), y candidato al decanato de la Facultad de Derecho impulsado por los estudiantes. Es también secretario de redacción de la Revista Derecho Laboral (Uruguay) y de la Revista Derecho Social Latinoamérica, y profesor asociado al Centro Europeo y Latinoamericano para el Diálogo Social. Es autor de «Comprender el Derecho del Trabajo a través del cine» y de «Derecho del Trabajo y Literatura. El poder directivo del empleador en tres relatos clásicos», además de diversas publicaciones en OIT/CINTERFOR.
Desde hace nueve años coordina cursos de relaciones laborales y derecho del trabajo para dirigentes sindicales en el marco de un convenio entre el PIT-CNT y la Facultad de Derecho (Udelar).
¿Cómo y cuándo se vinculó con Juan Lacaze y sus sindicatos más importantes?
Me recibí de abogado en 1987 pensando en hacer derecho del Trabajo: no me imaginaba el ejercicio de la abogacía fuera del derecho del trabajo. En esa época Uruguay salía de la dictadura y muchas organizaciones no-gubernamentales (ongs) se dedicaban a reconstituir el tejido social y de organizaciones populares como sindicatos, cooperativas, asociaciones barriales, etc. Una era el Centro de Estudios y Asesoramiento Legal y Social (CEALS), al que ingresé a trabajar por 1989 y donde junto a colegas que venían de años como por ejemplo Carlos Casalás, me ocupé de asesorar sindicatos. El CEALS tenía una larga vinculación con sindicatos del departamento de Colonia: Fanaesa en Rosario, alguna pequeña empresa en Nueva Helvecia, y los sindicatos papelero y textil de Juan Lacaze. Recuerdo que comencé a ir los martes por la tarde y participaba en la reunión de la comisión directiva de la Agremiación Obrera Textil (AOT), y luego en la del Centro Unión de Obreros Papeleros y Celulosa (Cuopyc).
¿Cómo evalúa esa experiencia?
Para mí ambos colectivos fueron una gran escuela. Comúnmente se piensa que el abogado es el que sabe, y el sindicalista es el que escucha, pero en realidad es un ida y vuelta y para mí resultó un aprendizaje muy fuerte. Conocí a algunos compañeros verdaderamente extraordinarios entre los que menciono a Julio Picca, Omar Díaz y Walter Silva. Aprendí mucho de todos los compañeros, pero particularmente estos tres marcaron mucho mi trabajo tanto en la práctica del derecho laboral como en la enseñanza.
¿Hasta cuándo se mantuvo vinculado a la ciudad?
El quiebre más significativo fue el cierre de Campomar & Soulas en 1993, pese a lo cual mantuve el vínculo a través de la tramitación de los juicios laborales y, en el caso del Cuopyc, lo acompañé hasta mediados de la década del 2000. Por el año 2006 dejé de viajar y asesoré a ambos desde Montevideo. Cuando en 2011 asumí la asesoría en la Dirección Nacional de Trabajo del MTSS, estimé que era un poco incompatible y por lo tanto la tarea que mantenía con el Cuopyc perdió intensidad. En cambio continué con la fase judicial de los trámites de Campomar.
La liquidación de Campomar ya lleva 25 años, ¿siempre demoran tanto?
El trámite de liquidación de una empresa que quiebra es siempre una cuestión absolutamente compleja en la que intervienen cantidad de factores. Uno tiende a pensar que los únicos acreedores son los trabajadores, cuando en realidad hay una multiplicidad de acreedores de todo tipo: bancarios, comunes, laborales. En el caso de Campomar se dio la particularidad poco común de que contaba con un patrimonio cuantioso, lo que provocó que durante muchos años se pudieran efectuar cobros parciales a cuenta de la deuda general. Hubo una secuencia importante de cobros y poco a poco el patrimonio se fue agotando hasta la venta del Club Cyssa. La representación judicial de los trabajadores está a cargo de un grupo de profesionales, nosotros no somos los únicos, en una relación mayoritariamente de colaboración.
Recuerdo que los trabajadores se quejaban además de la demora, por los montos que recibían.
Eso tiene que ver con dos factores. Uno es la cantidad de gente, estamos hablando en su momento de más de 1000 personas, pero también tiene que ver con las oportunidades en que se solicita la distribución. Históricamente la secuencia del remate de los bienes produce un determinado monto, y una cosa es pedir una distribución después del remate de uno o dos bienes, y otra después del remate de un conjunto de bienes que haga el monto más atractivo.
En algún momento de este proceso su nombre estuvo en la picota.
Efectivamente hubo manejos absolutamente irresponsables y yo diría interesados en provocar dudas acerca de mi trabajo en favor de otras posiciones que alguna gente jugó. Yo tengo una trayectoria profesional de muchos años y estoy muy conforme, tranquilo. Las cuentas son absolutamente transparentes porque un trámite de esta envergadura tiene controles de todo tipo por parte del juzgado y de los síndicos que en definitiva son los responsables administradores de la quiebra. Así como en algún momento mi nombre fue objeto de habladurías, también ocurrió con los síndicos y la jueza Teresita Rodríguez Mascardi.
Ahora que las fábricas quedaron atrás, ¿cree que hay condiciones para afrontar el porvenir?
Siempre me llamó la atención, y por eso mi interés en mantenerme siempre cercano a la realidad de Juan Lacaze, su historia, su urdimbre social, la tradición de pueblo obrero, de luchas. Uno tendría que ser moderadamente optimista respecto de las posibilidades de salir adelante de un pueblo con esa urdimbre social que no cambia ni se pierde de un día para el otro. Ahí lo que es necesario es una intervención en políticas públicas que hoy no sé en qué nivel está. Cualquier iniciativa encontraría un caldo de cultivo muy fermental en el tipo de cultura solidaria y de trabajo que existe en Juan Lacaze, no porque las generaciones jóvenes hayan tenido una experiencia tan fuerte –recién recordábamos que Campomar cerró a mediados de la década de 1990-, pero de alguna forma esa cultura tiende a permanecer y a permearse hacia las generaciones más jóvenes que además uno percibe como mejor formadas que las anteriores.
¿Cómo ve al movimiento sindical tras el congreso del PIT-CNT celebrado este año?
Comparto que resulta saludable la incorporación de personas jóvenes y de mujeres a los organismos de conducción. Lo que me parece es que el contexto es complicado. Vemos la situación que se ha dado en Europa, particularmente en Italia, la incertidumbre terrible de Brasil y de Argentina, la situación del gobierno venezolano, el incentivo de las políticas proteccionistas en Estados Unidos. Para Uruguay todo el contexto es mucho más complejo y más amenazante que en el pasado, y creo que necesariamente impacta en la situación de los trabajadores y del sindicalismo porque me parece que agrega un ingrediente de reflexión que los sindicatos deben tener en cuenta a la hora de establecer sus postulados, estrategias y reivindicaciones.
Luis Udaquiola